A la notable caída de los precios de las materias primas que produce y exporta Bolivia como país monoproductor, se ha sumado una nueva faceta que ha venido a dar nuevo aspecto al país. Este es el referido a la caída de la producción agrícola, hecho económico que está determinando, en una relación de causa y efecto, un rosario de nuevos problemas.
Durante el año 2016 se registró el derrumbe de la producción de granos, en particular trigo, maíz, arroz y otros menores, que significó el ascenso de precios para el consumidor, dificultades para la ganadería y la industria, incremento de la inflación y otros. Pero, en particular, el resultado más grave de esa declinación de la agricultura fue que el gobierno se vio obligado a hacer grandes importaciones de dichos productos, de tal manera de evitar subida de precios y hambre.
Ese panorama general de caída de la producción agrícola determinó que el gobierno importe trigo, harina, maíz y otros haciendo importantes erogaciones de divisas-oro a favor de países vecinos que tienen sobreproducción de esos productos y carecen de mercados de consumo. Las importaciones oficiales de alimentos llegan a alrededor de 600 millones de dólares, cifra que tiende a subir porque el país produce menos y los artículos de importación suben de precio. Al respecto, el gobierno debió importar 30 mil toneladas de maíz transgénico de países vecinos para paliar la escasez de ese grano en la ganadería.
Por si fuera poco, como forma de mantener los precios de los productos alimenticios el contrabando llena los mercados y satisface, por lo menos en parte, las necesidades de la población y evita, además, se dispare un proceso inflacionario de magnitud. En efecto, para hacer ver que la agricultura tiene producción normal y no fue afectada por la sequía, se acude a las importaciones que, en hábil maniobra financiera, nivelan los precios para las amas de casa.
La crisis de alimentos no es, sin embargo, resultado de recientes hechos climáticos, sociales o económicos, sino viene de años atrás y tiene causas fácilmente identificables. Empero, en vez de solucionar los problemas se los ha agravado, creando así un conjunto de causas que desembocaron en algo parecido a la falta de alimentos en Venezuela, país que también sustituye la falta de artículos alimenticios con importaciones por más de tres mil millones de dólares al año.
Bolivia está importando hasta casi el 90 por ciento de todo lo que consume, desde trapos de China hasta fósforos de Brasil; máquinas de Europa y Estados Unidos, etc. Casi nada produce, excepto hidrocarburos y algunos minerales. Se han reducido los ingresos de divisas en alrededor de dos mil millones de dólares y las reservas del Banco Central han caído en más de cuatro mil millones, esto último para importación de alimentos y otros productos de la industria ligera foránea.
En síntesis, se puede decir que el suceso del año fue de la agricultura por su bajo rendimiento y así se ha convertido en el talón de Aquiles no solo del proceso político que atraviesa el país, sino de todos los que siguen ese tortuoso camino.
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