Minería boliviana: Instituciones y sectores mineros

Para concluir esta ajustada revisión al libro de Jorge Espinoza Morales, un esfuerzo intelectual exitoso al proveer una rica y bien documentada información sobre este importante sector de la economía boliviana, hoy muy brevemente, por cierto, tocaré lo concerniente a instituciones y sectores mineros.

Como señala en el párrafo introductorio, “por increíble que parezca a pesar de que la minería fue el sostén de la economía del país desde el nacimiento de la República, en la estructura del gabinete no hubo Ministerio de Minería sino hasta el 17 de mayo de 1916, gobierno nacionalista del Gral. David Toro. El Gral. Enrique Peñaranda lo hizo desaparecer, el año 1941, y fue repuesto por el gobierno del Dr. Víctor Paz Estenssoro, desde abril de 1952”. Una historia accidentada donde se aprecia el juego de intereses de todos aquellos vinculados con esta actividad.

Gonzalo Sánchez de Lozada durante su primer gobierno lo hizo desaparecer, remplazándolo, primero por una Secretaría, convirtiéndola después en el Viceministerio de Minería y Metalurgia, que dependieron de diferentes Ministerios. Claramente se demuestra el juego de intereses económicos y políticos sobre la materia. Como parte de ese juego en los 51,4 años de funcionamiento de Minería hasta el 31 de diciembre de 2009, se sucedieron 60 ministros, “lo que impidió desarrollar políticas mineras coherentes y atacar el mal endémico de la minería: la falta de exploración y el desarrollo de nuevas minas, que a futuro comprometerá su sostenibilidad”. Claramente estamos viviendo un fenómeno parecido con la política de hidrocarburos, en la actualidad el principal sostén de nuestra economía. Nos farreamos la plata de los periodos de bonanza, olvidando el futuro.

Entre las numerosas instituciones a lo largo de los últimos 181 años de nuestra Historia destacan: la Comisión Boliviana de Energía Nuclear, creada en 1960 por el Gobierno de Hernán Siles Zuazo, siendo una de sus principales tareas: “determinar y conocer el potencial boliviano en materia de minerales radioactivos”. Claramente no se conoce avances en esta materia.

Servicio Geológico de Bolivia (Geobol), creada en el gobierno de René Barrientos Ortuño - Alfredo Ovando Candia en 1965. Jorge Espinoza señala que este organismo sostuvo convenios provechosos con varios organismos internacionales para la ejecución de proyectos de prospección, exploración y evaluación de recursos minerales. Uno de ellos, que aparece como de enorme importancia en este periodo de sequías angustiosas, fue la de investigación y prospección de acuíferos subterráneos y aguas superficiales en Cochabamba, otro para la conclusión y evaluación final del Proyecto de Aprovechamiento de Aguas Subterráneas en el Altiplano. ¿Dónde se encuentra esa información? ¿Se la utiliza en este momento crítico?

Empresa Siderúrgica Boliviana (Sidersa), objetivo principal: “ejecutar el Plan Siderúrgico Nacional”, ¿dónde anda eso? El Mutún sigue siendo un sueño, y nuestra chatarra la estamos enviando a que se funda en el Perú para que luego retorne a nuestro país, para actividades artesanales. Claramente somos expertos en crear instituciones en el papel, que luego se esfuman.

Química Básica Boliviana S.A.M. (Quimbabol), creada por Resolución Suprema de 1974, a cargo de Cofadena, para el aprovechamiento de minerales no metálicos existentes en el Sud-Oeste de Bolivia. Se construyó la planta en Colchani, muy próxima a Uyuni, que “se constituyó en otro elefante blanco más, pues la sal yodada ha sido y es elaborada por varias cooperativas en sus propias y rudimentarias plantas”.

Siguen varias otras historias, con finales igualmente tristes. Los invito a leer y releer el libro para preguntarse, como yo lo hago, ¿por qué no podemos construir instituciones públicas viables? Prácticamente todas acaban en disolución o en empresas con enormes pérdidas para la Nación. En otros casos, incluso con retrocesos en los escasos logros industriales del país. Mi punto de vista es que el país a lo largo de su historia vive permanentemente bajo el “síndrome de Penélope”.