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[Raúl Alcázar]

1950: La negociación marítima entre Bolivia y Chile

II

ALBERTO OSTRIA GUTIÉRREZ

Enrique Hertzog Garaizabal, médico cirujano, en cuya administración se inició la construcción del Hospital Obrero No.1 y se concluyó el edificio central de la UMSA, ocupaba la presidencia luego de ganar las elecciones generales con escaso margen, inmediatamente después del brutal asesinato del presidente Gualberto Villarroel. En Bolivia solo había un puñado de intelectuales “doctos”. Gente cuya educación universitaria y vínculos familiares los hacían imprescindibles.

El embajador en Chile, Alberto Ostria Gutiérrez, probablemente el diplomático boliviano más aristocrático de todos los tiempos y el funcionario que más destinos tuvo en la historia de las relaciones exteriores de la nación, inició gestiones incansablemente desde 1948 a 1951. De tez clara, con rasgos finos, muy conocido en el medio internacional, abogado, escritor, internacionalista, altivo y jactancioso, fue tildado por Jose Antonio Arce como “Satuco” en honor a uno de sus famosos cuentos y por su propensión veleidosa en asuntos nacionales e internacionales. Obsesionado con la tesis de Roosevelt sobre Arica y luego la del corredor de Truman, sostenía con convicción que parte de esa ciudad (excluido el radio urbano y el morro) podía ser objeto del acuerdo marítimo, y por dos veces la propuesta fue rechazada por la Moneda.

El canciller chileno Germán Riesco Errázuriz le puso como condición presentar un memorándum donde aclarara el alcance de sus opciones y las compensaciones territoriales ofrecidas por Bolivia, a cambio de una cesión que no incluyera a Arica.

El embajador Ostria Gutiérrez, influenciado por sus amistades en el departamento de estado norteamericano, a pesar de los pesares gracias de Bolivia, sacó a la luz el proyecto efectuado por el ingeniero chileno Luis Lagarriegue Alessandri, el cual contemplaba la captación de las aguas del lago Titicaca por medio del río Desaguadero, para luego ser llevadas a través de la construcción de un canal hasta cerca de la frontera chilena y, después, por medio de un túnel de doce kilómetros de extensión, que atravesando la cordillera de los Andes desembocaría en la hoya hidrográfica del río Loa.

Esta caída, calculada en dos mil metros, sería productora de una gran cantidad de energía eléctrica, que se aprovecharía en los centros mineros e industriales y en las ciudades de Iquique y Antofagasta. Además, esta energía se utilizaría con fines de regadío en las pampas hasta hoy inhóspitas del norte chico chileno. Hay que recordar que en 1920, las mismas fuerzas republicanas conservadoras, que en ese entonces estaban en el poder en Bolivia y de cuya procedencia era partidario Ostria Gutiérrez, habían derrocado al presidente José Gutiérrez Guerra con la excusa de haber intentado la misma clase de acuerdos territoriales.

Y que Bolivia a partir de ese acuerdo podría obtener al norte de Arica, una faja de terreno de un ancho de diez kilómetros, contigua a la frontera peruana y que correría del litoral hasta el límite, para que Bolivia se pudiera comunicar con el océano Pacífico, a través de su propio territorio donde construir su puerto. El presidente González Videla y el embajador Ostria Gutiérrez pensaron (con razón) que los EEUU irían a financiar gustosos el proyecto.

Alejado de la presidencia el Dr. Hertzog (por su propia renuncia), su vicepresidente, el Dr. Mamerto Urriolagoitia Harriague, continuó sin mucho entusiasmo la negociación. Su gobierno al ser obstaculizado por la oposición financiada y fomentada desde Buenos Aires por la cúpula del MNR, fue privado de continuar idealizando el paisaje marino. Extremadamente conservador, mandó apresar a algunos dirigentes sindicales, los mineros respondieron tomando como rehenes a dos empleados extranjeros, a los que asesinaron poco después. La reacción oficial fue la intervención militar, conocida en la historia como la matanza de Siglo XX. Uno más de los innumerables nubarrones de plomo y de sangre sobre las páginas de la historia de Bolivia.

HARRY S. TRUMAN

El 12 de abril de 1950, el presidente radical chileno fue recibido en visita oficial en Washington por el jefe de estado de los Estados Unidos. Harry S. Truman pensaba que el General Gabriel González Videla, presidente de Chile, era un paladín de la democracia en Sudamérica y la invitación del gobierno norteamericano fue muy llamativa. El propio avión US One recogió muy amablemente al dignatario desde Santiago.

 
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