Aumentar salarios es acrecentar la inflación

Todos los años, ante anuncios gubernamentales sobre el Presupuesto General de la Nación, también surge la idea de “aumentar sueldos y salarios”. Para empezar, la Central Obrera Boliviana y muchos sectores sociales en forma aislada planifican sus pedidos para exigir aumentos y, en lo posible, elevación de montos que cubran los valores de una “canasta familiar”. La verdad es que el PGN contiene las partidas de ingresos y egresos del Tesoro General de la Nación y si se contempla aumentos salariales, es para el sector público, no para el privado.

El Gobierno, al estudiar las diferentes partidas presupuestarias inmersas en la ley financiera (no ley “financial”) no tendría necesidad de anuncios sobre incremento de sueldos en su sector si las posibilidades del fisco no lo permiten; pero lo primero que hacen los ministros del sector es referirse a esa partida, cuyo anuncio es tomado en cuenta por la actividad privada como si se dependiese del Presupuesto Nacional.

La verdad es que todo incremento salarial en el sector privado tendría que ser efecto de las posibilidades de cada empresa y no, en forma alguna, fijar montos iguales para todos habida cuenta que el comportamiento y los resultados económico-financieros de cada empresa son diferentes, al igual que la situación de sus trabajadores; pero habrá que tomar en cuenta que en ningún caso esos aumentos o incrementos tendrían que ver con lo que ocurra en el sector público.

Lo cierto es que, se adopte las medidas que sea, todo aumento salarial público o privado determina elevación de la inflación que, en sus consecuencias, “se come” los resultados de los aumentos; es decir, no sólo que esos incrementos sirvan para mejorar los ingresos de un empleado u obrero sino que determina mayores precios en artículos de uso y consumo, pero en proporciones mucho mayores a los recibidos en el sueldo o salario.

Lo evidente es que, al decir de un economista francés en la década de los años 40, los sueldos al elevarse en determinada proporción lo hacen por escaleras y el proceso inflacionario en que se vive lo hace por ascensor y, en casos, utilizando cohetes. Esta es una realidad que se ha comprobado en nuestro país tan sólo por esa costumbre de hacer que el Presupuesto General de la Nación esté “acompañado” por incrementos salariales. Estas políticas, negativas desde todo punto de vista, agravan la situación de quienes están sujetos a ingresos fijos (sueldos y salarios), encarecen el costo de vida y determinan, además, que, en el caso de la producción de bienes, éstos, para alcanzar a cubrir los aumentos se eleven de precios y el mercado de venta y consumo también los vuelve a subir porque “debe cubrir costos”.

La “bola de nieve” crece, pues, en proporción mayor a lo que inicialmente se propuso y el único beneficiado es el fenómeno inflacionario que cobra más víctimas, empobrece más al país y deja debilitada la economía de empleados y trabajadores con ingresos fijos al margen de promover incremento de precios en lo que se usa o consume. El Gobierno, al aprobar el presupuesto, tendría que aclarar muy bien la posición, hecha costumbre, de anunciar incrementos que nada tienen que ver con la actividad privada que, a su vez, tendrá que tener conversaciones con sus trabajadores con base en sus posibilidades y no siempre en los parámetros que se fijó para el sector público. La inflación es un fenómeno que arrastra por igual a los que hacen anuncios fuera de lugar como a los que los otorgan y los reciben aun a costa de empeorar situaciones que se pretendía corregir.