Cárceles sobrepobladas son “bomba de tiempo”



Los penales con sobrepoblación son altamente peligrosos en Latinoamérica.

BBC Mundo.- El diagnóstico más crudo sobre el estado de las cárceles de Honduras no salió de la boca de un ministro o de la tesis de un académico, sino de una celda: Las prisiones de este país “son una bomba de tiempo”.

Eso es lo que piensan muchos internos de la Penitenciaría Nacional de La Paz, a unos 30 kilómetros de la prisión de Comayagua donde el pasado martes más de 350 presos perdieron la vida en un incendio.

Esta pequeña cárcel a media hora de viaje de Tegucigalpa refleja la situación de los reclusorios del país.

Aquí los presos conocieron de la tragedia a través de las televisiones que los más privilegiados tienen junto a sus camastros.

Alguno, a través del celular. Están prohibidos en este lugar y no son tan frecuentes como en otras cárceles, admiten los presos, pero están ahí.

Muchos han perdido a amigos y familiares en este incendio, uno de los peores en la historia de la región.

Seguramente, lo primero que hicieron al ver las imágenes del fuego devorando el penal fue pensar en los cables quemados que cuelgan de su cocina, en la salida de emergencia cerrada a cal y canto, en las llaves del agua de las que ya no cae ni una gota.

En Comayagua había más de 800 presos en el momento del incendio, el doble de su capacidad oficial. En La Paz también sufren superpoblación, aunque no llega a esos niveles.

Tiene espacio para 130, pero hay ya 201 presos cumpliendo condenas por homicidios, violencia intrafamiliar y drogas, como en cualquiera de las 24 penitenciarías hondureñas.

“En cualquier momento podría haber un cortocircuito, el sistema está podrido y ya nos hemos quedado sin electricidad en varias ocasiones. Estoy preocupado por la seguridad de los internos”, le dice a BBC Mundo el director del penal, Hermenegildo Alvarado. “Uno piensa en lo que pasó en Comayagua y se pregunta muchas cosas...”, dice.

Podría pensarse que la situación en La Paz no es tan grave a simple vista.

Entonces habría que recordar que la prisión “modelo” del país, el ejemplo de calidad y buenas infraestructuras penitenciarias está ahora calcinada.

En La Paz, cuando un interno queda en libertad sus compañeros empiezan a gritar... “¡Que le bañen!”. Todos desde las escaleras de los dormitorios, con pretendida cara de mofa y con la mirada perdida, como si no se decidieran entre la envidia y el sentimiento de traición.

A Miguel Ángel Manueles todavía le queda mucho para que le pidan ese baño. Para cruzar las cuatro puertas con rejas que le separan de la libertad, una calle de polvo por la que apenas pasan unas camionetas o alguna gallina extraviada en esta zona rural.

Mientras, ejerce de “coordinador general de internos”, una manera eufemística de llamar al más respetado del lugar. Él hace de guía para BBC Mundo en su recorrido por este penal.

“Cuando uno ve lo de Comayagua se da cuenta de que estos lugares son bombas de tiempo”, alerta. “Son bombas de tiempo”, replican luego otros presos.

“Aquí carecemos de muchas cosas, el sistema eléctrico está caído y no tenemos agua potable”, explica Miguel, quien lleva ya cuatro años cumpliendo una condena por homicidio. “¿Cómo vamos a apagar un incendio si hay un cortocircuito y no hay agua?”..

 
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