Cuando la macroeconomía de un país es bonancible, como la tienen algunos de nuestros vecinos, por efecto del ahorro interno, la fortaleza de la moneda, las inversiones públicas y las privadas, a las cuales se les garantiza la seguridad jurídica no en papeles sino en hechos, es posible alcanzar altos niveles en materia de fuentes de empleo, disminuir los subproductos de la pobreza como el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución y particularmente la delincuencia.
Si los salarios son aceptables para sostener una “economía de bolsillo” suficientemente capaz de cubrir una canasta familiar acorde con las necesidades alimentarias, la salud, la educación, la vivienda y el vestido, con seguridad que las conmociones sociales que hoy sacuden al país serán reducidas en extremo y la institucionalidad del Primer Poder del Estado será estable para planificar una estrategia diversificada y sostenible en el tiempo, de tal manera que lo prestigie a niveles nacional e internacional.
Esta debiera ser la mentalidad de gobernar y no otra. Sus actores en uso del Poder temporal no pueden repetir los mismos errores del pasado derechista y oligárquico. Cuando todavía hay tiempo, se impone incuestionablemente un esfuerzo voluntario para corregir el error histórico no solamente con discursos distractivos sino con hechos materiales, de tal manera que se pueda recuperar credibilidad, confianza y proyectarse el futuro.
El urticante problema económico – social, que es por donde debiera comenzar la reconstrucción de una Bolivia en crisis y, más todavía, poder planificar una “alerta temprana” frente a los reflejos negativos de la economía mundial que pueden afectarnos duramente, está resultando ser un tema marginal. El Gobierno no debe dejarse arrastrar por la pendiente, como están queriendo algunos personajes del entorno palaciego con propuestas radicales y subjetivas. Por el contrario, debe adoptar un “golpe de timón” a sus políticas de Estado dirigiendo sus baterías a encuentros con sectores productivos, con la finalidad de introducir ajustes arrancados de la realidad que tiene caracteres de pobreza y miseria.
No es que pretendamos dictar normas de trabajo al actual Gobierno, pero nuestro diario contacto con las estructuras de la sociedad civil nos lleva a interpretar en términos materiales la mejor calidad de vida del pueblo boliviano en el campo y en las ciudades.
Este cambio de timón del que estamos hablando, necesariamente debe arrancar de inmediato con encuentros sectoriales del aparato productivo, bajo una sistemática planificación que permita diagnosticar descarnadamente el actual modelo de “socialismo trasnochado” y alejado de nuestra idiosincrasia.
Nos encontramos frente al desafío de la ciencia y la tecnología del Siglo 21 y distantes 223 años de la Revolución Francesa y 95 años de la Revolución de octubre de 1917. Por lo tanto, los retrógrados jacobinos y bolcheviques criollos no nos van a dar luces sobre qué piedras debemos reconstruir la Bolivia actual y del mañana. No podemos romper amarras con la dinámica de la economía mundial, a la cual de ninguna manera podemos darle la espalda o pretender remar contra la corriente y precisamente esto es lo que nos enseñan “La Economía Social de Mercado”, la “Tercera Vía” y los postulados de la Revolución de abril de 1952 que pretendía una alianza entre la clase media, la clase obrero- campesino y los empresarios progresistas para contar con una Bolivia próspera.
Nuestra quemante realidad nos está mostrando que tenemos una balanza comercial que sigue en crisis por fragilidad del aparato productivo; la solvencia del Tesoro Nacional es precaria, la demanda agregada toca fondo, la desocupación es alarmante, los bajos salarios no resisten los altos precios de la canasta familiar y hasta seguimos practicando el sistema colonial del extractivismo de nuestras materias primas. Entonces aquí no caben ni caprichos ni orgullos mal fundados, no corresponde seguir hablando de un proceso de cambio porque se sigue practicando las mismas actitudes de la derecha oligárquica.
El actual modelo debe ser rectificado por existir el reclamo ciudadano para que se gobierne con inteligencia, con reflexión, no para unos sí y para otros no. ¿Acaso la discriminación y el racismo no están sancionados por ley?
Corregir no es retroceder, ajustar no es destruir, dialogar y concertar no es lo mismo que imponer sí o sí una actitud equivocada. Criticar no es atacar, es por el contrario, colaborar para que los altos intereses de todos los bolivianos sean puestos en primera línea y no se los subestime al calor del fanatismo político.
Que el Gobierno tenga la seguridad de que los estratos mayoritarios de la sociedad civil de ninguna manera desean ni la revocatoria ni el alejamiento del presidente Morales fuera de la Constitución. Lo que el pueblo quiere es concordia, trabajo y crecimiento económico, estamos a tiempo para que los diferentes ministerios trabajen seriamente para formular encuentros nacionales en sus diferentes sectores productivos con la esperanza de alcanzar una Bolivia socialmente justa, políticamente soberana y económicamente fuerte. Esa debe ser la premisa del Gobierno actual y no otra.
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