La noticia de perfil
Buenos días, señog, ¿podría comunicarme, pog favog, con el señog Paulino Huanca...?
- No se puede, señora, porque en este momento está en el baño y ha dado órdenes de no interrumpirlo.
- Dígale, pog favog, que lo llama su tía Clothilde von Karajan Quiroga, desde Berlín, Alemania.
- ¡Tía Clothilde! Perdona por demorarme una hora, pero estaba leyendo un libro muy interesante que lleva por título “Las guerras de exterminio entre las tribus salvajes de Tetanga, África Central”.
- ¿Para qué lees esa clase de libros siendo tú un hombre tan pacífico y bondadoso...?
- Te equivocas, tía Clotilde, los bolivianos ya no somos tan pacíficos desde que perdimos nuestra salida al océano Pacífico y ahora somos violentos y todo lo queremos conseguir a la fuerza.
- Pero yo sé que en todos los países del mundo el armamento bélico cuesta mucho dinero y sé que Bolivia es uno de los países más pobres del mundo, alguien dijo hace muchos años que “somos un mendigo sentado sobre un trono de oro”.
- Yemadas, tía Clothilde, ahora estamos sentados sobre un inodoro de oro al que nos aferramos con uñas y dientes, utilizando piedras y garrotes, gases lacrimógenos, aunque en el fragor de nuestras batallas utilizamos también armas de fuego y cartuchos de dinamita.
- ¿Has dicho cagtuchos de dinamita, sobrino?
- Sí, querida tía Clotilde, pero no lo hacemos por crueles y salvajes sino para honrar la memoria del inventor de la dinamita, el señor Nóbel.
- Pero yo sé, sobrino amado, que la dinamita es bastante cara...
- No, tía, en Bolivia la dinamita es gratis y todos los mineros o la mayoría de ellos tiene dinamita en su casa.
- ¿Tú tienes dinamita en tu casa, sobrino...?
- Claro que sí, tía, tengo siempre una buena cantidad de dinamita en mi casa y la guardo bajo mi cama y ahora justamente me preparaba para viajar a Colquiri, región minera convulsionada, donde en días pasados se libraron batallas a dinamitazos entre dos bandos mineros; en este momento me hallo esperando en casa a mi comadre Macacha, a quien conoces, para vender mi dinamita a buen precio para los que gustan de un producto tan noble.
- Me dejas espantada, sobrino, al comprobar el salvajismo de bolivianos como tú y Macacha.
- No es salvajismo, tía Clothilde, es que ya hace siete años que estamos viviendo bajo la práctica constante de “una revolución cultural” inventada por los artífices del socialismo Katarista.
- Entiendo tu explicación, sobrino, pero lo único que te ruego es que no vuelvas a guardar la dinamita que compras en la Plaza de Huanuni bajo tu lecho conyugal porque cualquier día alguien podría encender la mecha.
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