Fracasa el primer año de la revolución agraria



Desde hace varios años, pero en especial en el último, autoridades responsables de la producción de alimentos en el país estuvieron afirmando a grandes voces que estaban afianzando la “seguridad alimentaria” del país y que, a la vez, adoptaban medidas para que aumente la producción, rebajen los precios y se deje de importar diversos artículos de consumo inmediato.

No obstante tan ruidosas informaciones, la producción agropecuaria del país ha tenido nuevos bajones, en especial en lo que se refiere a la producción de trigo, grano que sirve para llenar el estómago vacío de la población boliviana. En efecto, la importación de este alimento no sólo ha aumentado, sino que ahora el Gobierno importa directamente harina, con crecientes gastos, especialmente del mercado argentino.

Según información acerca de la producción de trigo, nuestro país sólo produce ese grano para atender el 30 por ciento del consumo nacional, porcentaje que tiende a disminuir al 20 por ciento. Ese dato se complementa con que el país requiere de unas 700.000 toneladas de trigo al año, mientras actualmente ese índice bajó a menos de 300.000 toneladas, reducción que podría ser mayor en próximos años, ya que numerosos factores estructurales determinan esa situación. Además a esos factores se agregan influencias externas de tipo climático, etc.

El verdadero desastre por el que atraviesa la agricultura nacional (excepto en lo que se refiere a la coca y la soya), se refleja en particular en la producción de trigo, ya que en el año agrícola recién fenecido, sólo se cultivó unas 70.000 hectáreas de ese cereal, mientras el año anterior se cultivó 120.000 hectáreas, disminución que causa alarma.

A ese dato negativo se debe agregar otro, que consiste en que la productividad en el país es de una tonelada y media por hectárea, mientras en otros países llega hasta tres toneladas de grano sobre la misma superficie. Así mismo, a esas cifras se tiene que agregar que para atender la demanda nacional se debe pasar de las 60.000 hectáreas cultivadas al presente, a las 400.000 hectáreas.

La abrupta disminución de la producción de trigo en este año significará escasez en los mercados y que, igual que en el año anterior, el Gobierno tenga que importar más harina, aunque este año con mayores gastos, ya que la cotización internacional del trigo ha subido hasta en 50 por ciento debido a problemas climáticos mundiales.

Los datos señalados permiten confirmar en los hechos que la llamada “seguridad alimentaria” del país está cada vez más lejana, así como la “soberanía alimentaria”, las que se han convertido en un sueño utópico. Así mismo, se debe destacar que esos dos ofrecimientos oficiales seguirán en camino de mayores dificultades si no se soluciona el problema agrario nacional, el mismo que ha sido agravado por el Gobierno actual, al extremo de crear las condiciones para que se produzca el fracaso de la producción de trigo y otros granos, como confirman los datos estadísticos mencionados.

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