[Jorge Espinoza]

La economía del conocimiento


La economía mundial está cambiando drásticamente en las últimas décadas. Antes de la edad media, la mayoría de las personas determinaba la riqueza que poseía sobre la base de la tierra. Luego, en la era industrial, el trabajo era equivalente a capital. En 1960 la economía mundial estaba dividida en partes casi iguales entre agricultura, industria y servicios. En la década del 2000 la agricultura representó el 4%, la industria el 29% y los servicios el 67%.

Este impresionante cambio, por el que los servicios tienden al incremento, se debe a que estamos en la era de la economía del conocimiento (EC), que se caracteriza por utilizar el conocimiento como elemento fundamental para generar riqueza, por medio de su transformación a información. En la década de 1960 el sociólogo Peter Drucker acuñó el término Sociedad del Conocimiento y pronosticó la emergencia de una nueva capa social de trabajadores del conocimiento. En la EC se genera mucha riqueza a corto plazo. Su clave está en crear un valor agregado a lo que se ofrece, que en gran parte son servicios.

Con la EC la economía de un país puede crecer en poco tiempo, como lo demostraron Singapur, Finlandia, Israel y otros. Están mejor posicionados los países más competitivos, o sea los que pueden producir bienes y servicios más sofisticados con mejores precios. Los países que siguen tratando de vender materias primas sin conocimientos son cada día más pobres. Según Walter Hernández, “En términos de índices económicos, un commodity, un bien básico, una materia prima, vale hoy la cuarta parte de lo que valía al fin de la Segunda Guerra Mundial”.

Los hombres más ricos del mundo como Bill Gates, Carlos Slim o Warren Buffet son empresarios que manejan varios servicios pero no producen materias primas. El boliviano más rico, Marcelo Claure, tiene una empresa con base en Miami, que provee servicios logísticos en la industria de la comunicación inalámbrica. Pasaron a la historia los tiempos en que, por ejemplo, un empresario minero como el boliviano Simón Patiño sea uno de los hombres más ricos del mundo.

Tres ejemplos dados por Andrés Oppenheimer son contundentes para entender los efectos de este fenómeno económico. De cada dólar que los consumidores norteamericanos pagan por una taza de café en una tienda de Starbucks, apenas el 3% va a parar al cultivador de café; el 97% restante va al bolsillo de quienes hicieron la ingeniería genética del café, el procesamiento, branding, mercadeo, publicidad, y otras tareas de la ingeniería del conocimiento, que también explican por qué Holanda, un país minúsculo, con poquísimo sol y mano de obra carísima, sea el primer productor de flores en el mundo, superando a países más grandes, con sol todo el año, enormes reservas de agua y mano de obra mucho más barata. A principios de 2010 el valor de mercado de Google era de 200.000 millones de dólares. Comparativamente, el producto interno bruto de Bolivia era de 45.000 millones de dólares.

Los servicios son conocimientos, no son mozos, ni gente que hace comida. Son personas que sacan patentes, consultores que hacen seguros, leyes, investigación tecnológica o software. Los servicios se los maneja con otros idiomas: digital, genético e intelectual, a los que se accede por medio del conocimiento, que marca la diferencia entre la vieja y la nueva economía, la EC. Hoy el analfabetismo digital es equivalente al analfabetismo de muchas décadas atrás. Como consecuencia, es imprescindible la alfabetización tecnológica.

En una EC si uno no genera conocimientos, los protege (a través de patentes) y los vende, no tiene de qué vivir. El registro de patentes da entonces una idea del desarrollo de la investigación, la tecnología y el conocimiento en un país. En 1999, IBM generó 2.685 patentes en USA y 167 países del mundo juntos generaron 2.500 patentes. En 2002, el número de patentes biológicas y de biotecnología en USA, excedió el de patentes de computadoras y telecomunicaciones. Resulta preocupante que más del 95% de las patentes de alimentos estén en sólo siete países.

En suma, el mundo transita de una economía de bienes básicos a una economía del conocimiento, vale decir que las economías pasaron de basarse en lo concreto a lo abstracto. Esta tendencia indicará qué país será más rico o más pobre a corto plazo. La receta para crecer y reducir la pobreza en nuestros países será crear nuevos productos, apostando totalmente a la educación.

Walter Hernández acertadamente señala que “Cambiamos presidentes y ministros y los países son cada vez más pobres, porque la agenda de desarrollo económico es equivocada, seguimos discutiendo, como prioridad, si hacemos una fábrica, una represa o un puerto y lo que importa hoy son las mentes, la educación, la ciencia. Importa que esas mentes puedan proteger y vender conocimientos al resto del mundo. Los que entiendan esto avanzarán”.

Ya Albert Einstein había vaticinado que todos los imperios del futuro van a ser los imperios del conocimiento, panorama que vuelve obsoletos varios postulados político-económicos.

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