La pobreza, la mayor enfermedad del mundo

Para nadie es desconocido que el mundo o, mejor, el planeta Tierra en que vivimos, pese a los avances de la ciencia, adolece de miles de enfermedades que cobran millones de víctimas por año; pero la pobreza es la mayor enfermedad que ataca a todos los países sin distinción alguna, con la diferencia de que los más ricos y desarrollados en lo económico, cuentan con pocas víctimas de este mal; pero, de todas maneras, la pobreza del resto del planeta que posiblemente llegue siquiera al 75% de la población, es lacerante.

Cuando se habla de este mal no sólo está referido al hecho de no contar con un Producto Bruto Económico Personal de cada habitante que cubra todas sus necesidades económicas, financieras, de educación, salud, etc.; se trata de las inseguridades que tiene para el diario vivir, de las continuas injusticias que causan las guerras y enfrentamientos en diversos sitios, de la falta de alimentos, asistencia hospitalaria, educativa y de vivienda que sean dignas y que cubran las necesidades de todo el pueblo.

Es una pobreza de ver yerros en las políticas practicadas y, mucho más, en los simples anuncios de luchar contra el narcotráfico, la fabricación de armas, la falta de respeto a los derechos humanos y, en sumo grado, la avaricia, el egocentrismo, la petulancia, la indolencia, las ambiciones desmedidas, el egoísmo y otras taras de los más ricos, de los que hacen ostentación de sus riquezas y de quienes se vanaglorian de ser “los más ricos del mundo” aunque viven y ganan en países que aún están en un Cuarto y Tercer Mundo.

Lo anterior es la pobreza de espíritu y valores que identifica a los que, familiar o personalmente, poseen más y son dueños de las mayores fortunas del orbe. La pobreza de países que pregonan la paz y la concordia y protestan contra las guerras, pero en realidad lo que tienen se debe a la fabricación de armas e indirecta o directamente propician los enfrentamientos que, más temprano que tarde, diversifican el hedonismo y los males que asolan a poblaciones de sus mismos países.

Cuando se habla de pobreza hay que convenir en que si el hombre pudiese tener un mínimo de caridad y conciencia, los males que afligen a la Tierra disminuirían radicalmente hasta llegar a las condiciones de no haber pobreza extrema y muchas de las enfermedades -varias de ellas infecto contagiosas- desaparecerían. La hipocresía reinante en quienes tienen poderes políticos, sociales o económicos pregona los mayores bienes para sus entornos y, sin embargo, son propiciadores permanentes de los males que padecen poblaciones de un mundo subdesarrollado en valores y bienes materiales de subsistencia.

La extrema pobreza en que se vive determina que muchas personas sufran persecuciones políticas, debido a la soberbia de quienes se creen lastimados o simplemente contradichas sus posiciones; pueblos son utilizados como puntos de apoyo para procesos llamados revolucionarios que nada cambian. Pueblos carecen de los más elementales servicios que precisa el ser humano.

Finalmente, pueblos son sometidos a la acción de tribunales que administran las mejores formas de burlar el sentido y la conciencia de la justicia y mantienen en cárceles y sitios de reclusión a quienes no se les ha comprobado falta o delito alguno, pero se les endilga lo que hicieron los autores de su desgracia. La pobreza cobra víctimas por millones porque es la aliada exterminadora del narcotráfico, del armamentismo, de la corrupción y de la insanía de muchos seres que, por ser poderosos en riquezas materiales resultan ser los más pobres en valores.