Ha concluido en Santa Cruz la reunión del G77 más China con una frondosa declaración de casi trescientos puntos. Uno de ellos es el tema de la tierra y la alimentación; temas ligados entre sí, pues vida, alimentación, tierra, y trabajo humano forman una unidad inseparable, puesto que no hay vida sin alimentación, ni hay nutrición sin tierra trabajada para tener una cosecha.
Todo está relacionado en un círculo irrompible, en el cual, sin embargo, cada elemento juega un importante rol en la cadena de la conservación de la vida; la cual depende de la capacidad de la tierra para producir alimento; para ello, el suelo, la capa de humus, que es la encargada de preservar y hacer posible que la semilla fructifique, debe estar sana; lo cual significa que debemos cuidarla de todo contaminante posible.
Ahora bien, en la política del actual Gobierno está inscrito el postulado de que se tiene que preservar la fuerza de la madre tierra; pero, al mismo tiempo, con total silencio del mismo gobierno, se lleva adelante una política de expansión de la coca por todo el territorio, aunque se nos dice que se la está erradicando; sin embargo, continuamente se descubre nuevas plantaciones de la “hoja sagrada” en parques nacionales, o en territorios antes no productores de coca, en los cuales, dizque, “la población” se opone a que haya un cuartel de la FELCN, y, cuya cosecha, claro, va a dar al circuito del narcotráfico.
¿Cuánto respeto por la madre tierra y la vida tienen los cocaleros que depredan las reservas de flora y fauna del país para sembrar coca? ¿Cuánto respetan a la madre tierra aquellas autoridades que no actúan, o lo hacen a desgano, contra los avasalladores de los parques nacionales? ¿Acaso no saben que la flora y la fauna de esos lugares está en peligro? ¿Ignoran que al desequilibrarse un sistema ecológico la vida como tal corre peligro?
¿Cuántos avasalladores de parques nacionales están procesados y en la cárcel? Por otra parte, esos individuos saben que los narcotraficantes usan productos químicos dañinos para la salud de la tierra, y aun así les venden coca para que la conviertan en cocaína; inclusive hay quienes les ayudan a llevar esos ácidos al lugar de fabricación.
Aumentar el cultivo de coca disminuye la tierra laborable para sembrar alimento, y con eso se pone en peligro la seguridad alimentaria del país; se atenta contra la salud de la población y contra la economía del Estado. Cuando hay menos alimento disponible, los precios suben; y, con ello, los más pobres son quienes sufren las consecuencias; los niños crecen mal nutridos y la gente produce menos, con lo que la riqueza disponible para el crecimiento económico también disminuye, cerrándose el círculo de la pobreza.
El Estado, al confrontar esa situación debe recurrir a la importación de alimentos con las divisas que tiene, lo cual disminuye su capacidad para encarar proyectos de desarrollo; además, la fuerza de trabajo de la población se dedica más al contrabando y al comercio menor, que a producir riqueza con valor agregado; con lo cual el país pierde divisas al comprar alimentos, y pierde divisas al no vender sino materia prima, con lo cual se refuerza su dependencia de los mercados del exterior, y se posterga o retarda la erradicación de la pobreza.
Si se postula la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos más importantes de nuestro Estado, y de las NN UU, es necesario que se mire el panorama productivo con mayor atención. La pobreza no desaparece por milagro, es necesario planificar la estrategia a seguir, los pasos iniciales y aquellos que le siguen, de acuerdo con las indicaciones de los especialistas en planificación; y, sobre todo, trabajar honrada y tesoneramente en el cumplimiento de esos pasos para llegar a la meta ansiada: erradicar la pobreza en nuestro país, y, aun, en el mundo. Todo eso es un proceso lento y trabajoso, y no un postulado demagógico para ganar popularidad, o peor, un engaño para conseguir otros fines personales o de grupo, que se queden en meros enunciados momentáneos, lo cual es un crimen.
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