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Mi pariente espiritual es católica, apostólica... y cochabambina y es por ello que ayer me dijo que nuestra columna periodística sólo podría referirse a la festividad de Corpus Christi, que es una de las más importantes del calendario católico, a lo que respondí con mi habitual devoción: “amén cholita y que sea per sécula seculorum, aunque tengamos que vivir en este Estado Plurinacional, Folclórico y Laico, como manda la Constitución, también llamada doña Constituta por haber sido violada muchas veces por quienes nos gobiernan”.
Con piedad y amplio conocimiento, mi comadre Macacha me contó que siendo muy pequeño ya era muy popular en Quillacollo la frase de “Corpus Christi, todo k´ara se viste”, frase popular que daba a entender que la fiesta mencionada era tan importante que todos los varones estrenaban ropa para asistir a la Procesión del Corpus por las calles del pueblo.
Al escuchar el relato de esa costumbre, aproveché la oportunidad para mostrarle a mi adinerada comadre mi viejo trajecito negro, revuelto ya dos veces por un sastrecito valiente de mi zona; esta demostración de pobreza conmovió a la bondadosa cholita, quien me entregó un traje nuevo para que pudiera lucirlo en la Procesión de la Eucaristía, que se realizará hoy por las calles centrales de La Paz, alrededores de la Plaza Murillo y del Palacio de Gobierno, donde duerme a veces nuestro Presidente Vitalicio.
Pedí a mi pudorosa comadre que cerrara los ojos por unos minutos para despojarme de mi traje viejo y descolorido y vestirme con el nuevo que ella me había obsequiado, cerrando ella sus chaskañawis para no ver la estampa aún gallarda de un periodista que sigue escribiendo después de sesenta años de labor.
Me cambié de traje velozmente y sorprendí a la cholita cochabambina con un ojo cerrado y otro abierto; ella me declaró no haber visto algo interesante y alabó la calidad del traje que me había obsequiado para que se cumpliera el dicho popular cochabambino que dice: “Corpus Christi, todo k´ara se viste”.
Luciendo ambos nuestra elegancia y apostura, durante la procesión expliqué a mi comadre cholita que la hostia consagrada significaba la presencia de Jesucristo a través de la Historia en nuestras vidas, simbolizando al pan sagrado que él repartió a sus apóstoles en la Última Cena.
La cholita aceptó humildemente mis explicaciones de ese Misterio de amor que significa la Eucaristía, cantando y rezando ambos con gran devoción y entusiasmo, seguros de que acompañábamos a Dios en su recorrido por las calles paceñas, muy cerca al Palacio de Gobierno.
Al retornar a mi casa, llena de felicidad cristiana, la cholita de Quillacollo me dio un abrazo pleno de felicidad cristiana y dijo: “Compadre Paulino Huanca, los cholos de La Paz y Cochabamba, y los cholos de todo el mundo creemos en Dios y por eso le honramos en este día especial paseando a Dios por nuestras calles, usted con su traje nuevo que yo le regalé y yo con sus explicaciones que me dio acerca del pan divino que nos dejó Jesucristo para alimentar nuestras almas”.
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