Entre cartas, poemas y cuentos

Silbando

Miguel A. Camino

Ella le pedía

con honda tristeza:

No silbes, Lizandro.

¿No ves que silbando me apenas?

Si tienes un silbo, entre dientes,

que en vez de tonada

parece un llorare,

parece una queja.

Con ese tu silbo,

Lisandro, ¿te acuerdas?,

marchabas de niño a los cerros;

y en sus soledades,

con cabras y piedras,

pasabas silbando, silbando,

las horas enteras.

Con este tu silbo

que me desespera,

te vide, ya hombre,

en busca‘e cariño

llegar a mi puerta.

Con ese tu silbo

te vide alejarte

dejándome sola

y llena‘e venganza llegaste,

trayendo a nuestro hijo

cruzando en la cruz de tu bayo

como una maleta. . .

Y allí lo enterraste,

silbando, silbando,

juntito a la tumba

de tu pobre vieja. . .

No silbes, Lisandro,

¡Por Dios, te lo pido!

¿No ves que al oírte silbando,

el alma presiente

desgracias muy negras?

No silbes, Lisandro,

que en ves de tonada, tus silbos,

parece que fueran

aullidos de perro

que nos anunciaran

una mala nueva.

Y él, indiferente,

silbando, silbando

entre dientes,

oía a la pobre

como si lloviera.

Le mataron un hijo a Lisandro

en una pelea.

(Hay quien dice que fue el Comisario

a causa de una hembra):

y después de entrar a su gueñi

juntito a su vieja,

y afilar como luz un cuchillo,

por saber si es verdad lo que cuentan,

sin siquiera volcar una lágrima,

sin siquiera volver la cabeza,

al tranquilo, montado en su bayo,

del palenque, hacia el pueblo, silbando,

silbando entre dientes,

se aleja.

Muy cerquita del rancho de Lisandro

hay tres cruces, de dos que antes eran.

La mujer que enfermó de disgusto

para siempre descansa en la tierra;

y en la Bahía se encuentra Lisandro,

pagando sus hombradas

metido entre rejas.

Parece que en cuanto aquel día

silbando, silbando entre dientes,

al pueblo llegara,

y supo las cosa cual fuera,

sin decir una sola palabra

pilló al Comisario

cobróle su cuenta,

asestándole en medio e’ la guata

una puñalada

por cada una legua

que llevando el cadáver del hijo

Lisandro anduviera. . .

Y la gente baquiana calcula

que del rancho de Lisandro hasta el pueblo

hay dieciocho legüitas, apenas.

 
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