Principales hallazgos

Contenido parcial del Informe del PNUD Sobre Desarrollo Humano en Bolivia



El proceso de transformación demográfica se caracteriza por la presencia incremental de jóvenes y mujeres en el mercado laboral.
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El crecimiento de las ciudades, de las regiones metropolitanas y una población, mayoritaria en edad económicamente activa son una de las principales características de este período de transformación de la sociedad boliviana. De una población total de 10.059.856 bolivianos, casi la mitad vive en las regiones metropolitanas (46%). La población boliviana joven y en edad de trabajar, que habita sobre todo en las ciudades y las regiones metropolitanas, será el grupo poblacional mayoritario hasta el 2040. Esta situación representa una gran oportunidad para el desarrollo. Las menores tasas de dependencia registradas en los últimos años son un factor detonante del crecimiento económico, derivado de una mayor participación de jóvenes en el mundo del trabajo.

Sin embargo, para capitalizar esta oportunidad es necesario dar respuesta a la creciente demanda de viviendas y servicios, mercados laborales y seguridad ciudadana. La atención a estas necesidades es primordial para el desarrollo armónico de estos espacios.

La aglomeración económica, las economías de escala y el dinamismo propio de los sectores de servicios, industria y comercio posicionan a las regiones metropolitanas, como los principales aportadores a la riqueza del país. Los cuatro municipios metropolitanos más poblados (La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz) tienen una participación del 47% en el Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Santa Cruz es el responsable de casi la mitad de ese aporte.

CRECIMIENTO INCLUSIVO

La economía boliviana ha crecido en el último lustro a una tasa promedio del 4% y ha beneficiado en mayor medida a los estratos de ingresos bajos de las áreas urbanas y regiones metropolitanas. Por otro lado, a pesar de una estructura productiva débil y altamente informal, la población en sus estratos medios de ingresos ha crecido hasta consolidarse como la proporción mayoritaria de la población. En 2012, este estrato representaba el 51,5% de la población. El principal donante de este fenómeno ha sido el incremento de los ingresos laborales (que representan el 94% del ingreso personal)

En el caso de los cuatro municipios más grandes de las regiones metropolitanas, la proporción de personas que se situaron en los estratos medios de ingresos alcanzó 65% en 2013. Todo ello pone en evidencia el gran cambio de las condiciones de vida de la población, particularmente urbana, lo que implica el desafío de nueva políticas públicas, que atiendan a un perfil ciudadano que dista mucho del de hace 20 años.

AUMENTO DE INGRESOS

El crecimiento del PIB estuvo acompañado de un crecimiento en los ingresos laborales y de una leve reducción de la desigualdad, es decir, se trata de un crecimiento pro-pobre, que ha beneficiado en gran medida a las áreas urbanas y regiones metropolitanas. Sin embargo, este crecimiento ha mostrado sus limitaciones: el crecimiento de los ingresos no ha sido acompañado por cambios en la matriz productiva del aparato económico nacional ni en la configuración del mercado de trabajo. Como consecuencia de esta situación, la brecha de ingresos laborales entre los distintos segmentos del mercado aún es notablemente grande.

El sector informal, de pequeña escala y baja productividad, sigue siendo el principal generador de empleo. En 2012, el 58% de la población ocupada urbana trabajaba en el sector informal, prácticamente el mismo porcentaje que en 2001. Esta proporción llega a casi al 70% si se incluye a las áreas rurales. El panorama es aún menos alentador si se observa que la calidad de empleo se ha mantenido sin mejoras.

Más allá de la positiva evolución de los ingresos laborales, es hora de pensar en cambios en el aparato productivo para consolidar y ampliar las mejoras económicas, tanto en los municipios capitales y El Alto, como en el resto de las regiones metropolitanas. Las intervenciones encaminadas a lograr aumentos en la calidad del empleo metropolitano deben combinar políticas, que dinamicen el crecimiento de las actividades con mayor valor agregado, mayores niveles de productividad y diversificación, reformas en la regulación laboral e intervenciones orientadas a la protección del trabajador.

No existe una receta única para lograr el aumento de la calidad de empleo, aunque es evidente que se debe considerar procesos de formación de recursos humano, incentivos para adopción de nuevas tecnologías productivas, promoción de la asociatividad apoyo al emprendedurismo y otras medidas sobre las cuales no existe pleno acuerdo entre los analistas, como el apoyo selectivo a sectores estratégicos o rebajas fiscales a empresas generadoras de empleo.

EMPLEO DE CALIDAD

La falta de condiciones para la creación de empleos de calidad es una consecuencia directa de los lentos cambios en el desarrollo del aparato productivo metropolitano. Aunque los ingresos de los trabajadores registraron notables aumentos en términos reales y en todos los sectores económicos, aún existe un escenario de baja calidad en las condiciones no remunerativas de los empleos (estabilidad, cobertura de seguridad social, extensión de las jornadas, posibilidad de asociación sindical, subempleo)

En las regiones metropolitanas solo el 19% de los ocupados aporta a la Administración de Fondos de Pensiones (AFP), el 28% cuenta con seguro de salud, el 29% tiene un contrato escrito y solo el 57% trabaja una jornada internacionalmente aceptada, como normal de 48 horas o menos a la semana.

La heterogénea composición del mercado de trabajo metropolitano se refleja en al menos cuatro grupos, según el nivel de ingresos y calidad del empleo: altos ingresos con alta calidad de empleo (sector de hidrocarburos y sector financiero); altos ingresos con baja calidad del empleo (trabajadores de construcción e industria); alta calidad con ingresos bajos (maestros y administración pública) o bajos ingresos y mala calidad del empleo (servicio doméstico).

Por tanto, las diferencias entre las ramas de actividad económica y los sectores del mercado de trabajo son las principales determinantes de las brechas en los ingresos y la calidad no remunerativa del empleo. Asimismo, las diferencias en las regiones metropolitanas indican la necesidad de generar análisis e intervenciones que rescaten las particularidades económicas y laborales de cada una de ellas.

Se precisa una reflexión sobre la necesidad de incentivos diferenciados a ciertos sectores económicos (particularmente, industria, servicios y construcción) para mejorar las condiciones de calidad de trabajo en las regiones metropolitanas. El aumento de las coberturas previsionales de corto y largo plazo es la primera tarea en un campo en el que las políticas de incentivos para la afiliación (exenciones tributarias, subvenciones a su pago) han demostrado buenos resultados en la región.

GRUPOS ESTRATÉGICOS

El proceso de transformación demográfica se caracteriza por la presencia incremental de jóvenes y mujeres en el mercado laboral, lo que genera un importante potencial de crecimiento económico y una ventana de oportunidad para la mejora de las condiciones del empleo. Este proceso en combinación con políticas adecuadas puede lograr repercusiones positivas para la expansión de capacidades e y el desarrollo humano. Aunque las circunstancias son favorables para aumentar la participación femenina en la actividad económica y adecuar la inserción laboral de jóvenes al mercado de trabajo, la evidencia muestra una serie de problemas que hacen que su inserción laboral sea precaria.

Los hallazgos de la investigación revelan al menos tres tipos de limitaciones para las mujeres en el mercado de trabajo. Primero, las tasas de participación femenina son notablemente menores a la de sus contrapartes masculinas, debido a la imposibilidad de conciliar las cargas domésticas y reproductivas con las aspiraciones económicas

Segundo, las mujeres que logran ingresar al mundo del trabajo lo hacen en segmentos no aclarados y sectores terciarios informales que les permiten horarios flexibles para atender sus obligaciones en hogar. Tercero, se advierte una fuerte discriminación de ingresos laborales: los ingresos femeninos representan en promedio sólo el 4% de los masculinos. No obstante, las condiciones económicas favorables han permitido en la última década el crecimiento aunque minoritario, de sectores de emprendedores femeninos que han incrementado sus ingresos y la calidad del empleo.

Frente a este panorama, es clara la necesidad de políticas que por un lado promuevan un sistema de protección e incentivos para conciliar las cargas domésticas reproductivas con las aspiraciones económicas femeninas (servicios de cuidado infantil y guarderías, flexibilización de horarios, sistemas de transporte amigables) y, por otro, apoyen las actividades emprendedoras con enfoque de género en virtud de los avances logrados por las mujeres en otra materia (acceso a capital, formación de recursos humanos y promoción de la asociatividad).

En el caso de los jóvenes, los problemas de calidad del trabajo se originan en el sistema reductivo y se prolongan por la incapacidad de inserción laboral, y por la precariedad en los empleos juveniles. Menos de la mitad de los jóvenes de 18 y 24 años están matriculados en algún tipo de centro educativo. Están también los jóvenes que no estudian, pero tampoco ingresan al mercado laboral, conocidos como “ninis”. Se estima que hay 180 mil “ninis” en las regiones metropolitanas, casi la mitad de ellos en Santa Cruz. En el caso de los jóvenes que logran insertarse en el mundo del trabajo, sus ingresos laborales son menores al promedio general y su índice de calidad en empleo es 7% menor a la media de los ocupados.

 
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