[Manfredo Kempff]

Patología del paro permanente


Un paro nacional, en cualquier país del mundo, es un acontecimiento extraño, nocivo, que se critica y se sanciona. Las pérdidas que produce una huelga nacional son infinitos en una nación que produce bienes, que tiene industrias. Un bloqueo de carreteras significa paralizar a un sector de la economía, algo inaceptable. En Bolivia, que vive de la renta de los hidrocarburos y la minería, y que no tiene producción apreciable, se puede tolerar que diariamente se produzcan huelgas, marchas, paros, bloqueos, y toda una gama de acciones a las que, por desgracia, la población se ha acostumbrado.

Tenemos grandes organizaciones laborales y sociales que confluyen, en su mayoría, en la vieja Central Obrera Boliviana (COB). Pero más es la repercusión mediática, la tradición histórica de la COB, más es el escándalo de los movimientos sociales, más el alboroto de los gremios, que su significado real. Si la importancia económica de las entidades afiliadas a la COB fueran determinantes, Bolivia habría dejado de existir hace tiempo. ¿Qué país sobrevive durante más de treinta años casi paralizado? ¿Acaso desde que se inició el último proceso democrático en 1982 no asomaron los descontentos poniendo de cabeza nuestra vida republicana?

Desde que se fue el último gobierno militar, aparecieron por todos lados y se impusieron los activistas de la izquierda, insertándose en los movimientos laborales. En cuanto pasó el miedo a la represión de la bota, comenzó el abuso contra los idealistas y débiles políticos que empezaban a reconstruir de manera temblorosa la democracia en Bolivia. Los trabajadores -mineros en especial- no le dieron ni un día de sosiego al presidente Siles Zuazo y le faltaron el respeto hasta dentro del propio Palacio Quemado. Las exigencias salariales, que no tenían límite, llevaron a la patria a una hiperinflación brutal. Daba la impresión de que en la mente de los líderes trabajadores había una idea fija: la democracia tiene la obligación de compensar por los 18 años de dictadura militar. ¿Y cómo? ¿Si el país había quedado en bancarrota?

Es cierto que los políticos -Paz Estenssoro, Banzer- se dieron cuenta de que el Dr. Siles estaba perdido si cedía a las presiones sociales. Lechín, por su parte, era un fogonero astuto que desde sus bases subía la temperatura de un ambiente caldeado a punto de estallar. Pero así es la política y los jefes de ADN y el MNR esperaron el desgaste de la UDP primero, el descontento con la desdolarización después, la carestía general que llegó, y entonces movieron sus fichas en el Congreso para recortar el mandato del presidente, herido de muerte por la insensatez del movimiento obrero. Hernán Ziles, insólitamente abandonado por quienes pensó serían sus aliados incondicionales, renunció a un año de gestión y convocó a elecciones.

Desde entonces las huelgas, marchas y paros no han cesado. Las tuvo Paz Estenssoro, Paz Zamora en menor medida, Banzer abundantemente, y Sánchez de Lozada en su segundo período de la manera más violenta. Se impuso en todo el país en síndrome del paro, del ocio, de la amenaza al Gobierno y del daño a la población. Porque nada más irreverente y abusivo existe hoy que no sean los movimientos sociales y los trabajadores. Nada más irrespetuoso que los sindicatos y gremios. Y nada más temido por cierto, al extremo de que todo paro o huelga (falsas crucifixiones, tapiados, entierros, dudosos ayunos) siempre le arranca un jirón al gobierno de turno.

S.E. y consecuentemente el MAS, han sido quienes le sacaron mayor partido a la táctica del paro y el bloqueo. Los golpes de estado con tiros de fusil dieron paso a los golpes con piedras. Golpes al fin, S.E. ha sido parte importante del derrocamiento de Sánchez de Lozada y de Carlos Mesa y antes estuvo próximo a derribar al general Banzer. Bolivia, con el MAS, pasó de una situación vulnerable a padecer una severa enfermedad, la patología del paro permanente.

Hoy estamos en paro y ayer también. Para la próxima semana hay huelga general anunciada y paralelamente, al margen de la COB, vienen otras protestas con amenazas de bloqueos. Paran o se movilizan escalonadamente los mineros, maestros, médicos, campesinos del oriente, vendedores de ropa usada, comerciantes de mercado, transportistas urbanos, discapacitados, transporte pesado, contrabandistas, vecinos de barrio, padres de familia, periodistas amenazados, y últimamente se han sumado las lesbianas, gays y transexuales, además de otros muchos sectores.

Algunas naciones vecinas están siguiendo nuestros pasos y aprendiendo nuestras tácticas callejeras, pero ninguna como Bolivia. Hay ciudades como La Paz que se han convertido en invivibles porque están paralizadas todos los días. Santa Cruz, que se ufanaba de su orden hoy está convertida en una urbe caótica. Y en La Paz como en Santa Cruz los discursos de los cabecillas son de igual tono. Lo importante es que nadie se mueva. No importa el perjuicio económico, tampoco que las personas se queden en sus casas. Todo sea porque los gobiernos de turno obedezcan las exigencias. Total, en democracia todo está permitido.

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