Una Policía centenaria

Fue mi reportera en el Palacio Real de la plaza Murillo quien se encargó de recordarme que la Policía Boliviana cumple un nuevo aniversario de haber sido creada por el Mariscal de Ayacucho en los albores de nuestra república. Su noticia me interesó sin llegar a entusiasmarme, pues siempre fui más amigo de los “choros” que de los gendarmes, pues cuando éstos los capturaban en las calles yo defendía a los delincuentes y les gritaba: ¡Jachu abusivo, suéltelo!!!

Esa actitud sentimental de protección a los reos, a quienes consideraba desvalidos, cedió con los años al comprender que los policías actuaban generalmente al servicio de la ley.

Tras esos antecedentes, no dejó de sorprenderme que mi discípula periodística me invitase a acompañarla para visitar cortésmente al más alto Jefe Policial, lo cual me produjo escalofríos.

Quise convencerla de mi audaz teoría de que “los choros son mejores tipos que los gendarmes”, pero la perspicaz cholita valluna no cayó en mis sofismas, contestándome que “los choros en nuestro país son más numerosos que los efectivos policiales y que los ciudadanos honrados”, lo cual rechacé de plano, pues sigo creyendo en que los ciudadanos honestos continuamos siendo una mayoría, aunque los símbolos del Poder sean distintos.

Nuestra conversación continuó entre réplicas, imponiéndose al final la cholita cochabambina nacida en Quillacollo, quien me llevó de las pestañas a cumplimentar al más alto jefe policial, por esta fecha gloriosa que celebramos todos.

Listos para cumplir, pregunté a mi comadritay por sus aretes de oro y otras joyas de oro con las que suele magnificar su belleza, recibiendo la singular respuesta de “nunca muestres joyas de oro a ningún policía, porque podrían ser decomisadas por órdenes superiores”.

Nuestra entrevista con el alto jefe policial fue cordial, aunque no concluyó con vítores a la institución del orden porque Macacha y yo sabemos que la Policía es requerida solamente por quienes manejan las riendas del Poder, quienes disponen que la Policía Boliviana reprima a quienes marchan por las calles, como los discapacitados, los maestros y algunos obreros que dicen pertenecer a la Central Obrera Boliviana y gozar al mismo tiempo de las prebendas del Poder.

Macacha me dijo: “No se ponga serio, compadre, dándome un abrazo que yo hábilmente convertí en una apechugada”.