[Manfredo Kempff]

Nuevas arremetidas contra Colón


Hemos leído la noticia de que nada menos que en Barcelona se ha propuesto retirar la bella estatua de Cristóbal Colón de su emplazamiento al final de la tradicional Rambla, junto al puerto, erigida en 1888, y que el motivo sería cambiarla por algo que represente un símbolo de la resistencia americana “contra el imperialismo, la opresión y la segregación indígena”.

Al parecer el Ayuntamiento de la ciudad no ha dado curso al pedido porque se trata de una verdadera insania mental. Quiere decir que los ciudadanos proponentes que pertenecen a la Candidatura de Unidad Popular (CUP), fuera de imbéciles son ignorantes, porque, que sepamos, Cristóbal Colón no estuvo entre los conquistadores de América, al estilo de los intrépidos Cortés o Pizarro, sino que fue un sufrido, maltratado, aunque genial descubridor.

La locura indigenista contra Colón viene de hace tiempo, más precisamente desde las festividades que se celebraron por el V Descubrimiento de América. Ahí surgió lo que llamaron el “encontronazo” entre dos culturas, insinuando que hubiera sido mejor que América no se descubriera nunca para así dejar a los nativos americanos que vivieran tranquilos con sus plumas y taparrabos disfrutando de mujeres esclavizadas, bosques, y aguas cristalinas, aunque se murieran antes de los 40 años.

El Almirante fue un navegante excepcional, cosmógrafo, cartógrafo y geógrafo por supuesto, pero mucho más que eso, un convencido de que la redondez de la Tierra lo llevaría hasta las Indias navegando hacia occidente. Colón no buscaba indígenas para esclavizar ni tesoros para apropiarse, porque lo que el Descubridor rastreaba, lo que pensaba, era encontrarse con China (Cathay), con Japón, con las Indias, donde Europa podría comerciar con sus ricas especias y finos paños.

Por eso, porque el Almirante fue un hombre de gran valor, porque se le reconoce su audacia y sabiduría, es que se han levantado monumentos en su homenaje en toda América y en el resto del mundo también. De ahí la extrañeza de que, primero en México, un grupo de indigenistas agrediera su estatua emplazada en el Paseo de la Reforma tratando de dañarla. Y que luego de otras peripecias, apareciera la voz tonante del comandante Chávez acusando al navegante genovés de “genocida”, que merecía de un juicio popular luego de transcurridos cinco siglos de su muerte, y alentando a sus partidarios a derrumbar su estatua en Caracas diciendo que era “vieja y horrible” y que había que reemplazarla por la de un indio. Lo curioso es que en todas estas expresiones de repudio a Colón no han sido los indios la voz cantante sino los indigenistas de izquierda, mestizos que se arrogan el derecho de interpretar el sentimiento indígena porque ahora creen que eso, además de ser lo chic, les reportará ganancias políticas.

Ya hemos insistido mucho y quedamos verdaderamente apenados con lo sucedido al monumento del Descubridor en Buenos Aires. Simplemente fue desmontado de su hermoso pedestal detrás de la Casa Rosada y trasladado a la Costanera Norte, debido a una sugerencia que le habría hecho Hugo Chávez a la señora Kirchner, entonces presidenta de Argentina. “¿Cómo puedes tener la estatua de un genocida aquí?”, habría sido la pregunta sibilina. Y para una buena solución a la sugerencia apareció -¡cuándo no!- el ofrecimiento de S.E. el presidente de Bolivia, quien donó en remplazo de Colón una estatua de doña Juana Azurduy de Padilla, nuestra heroína guerrillera, que costó un millón de dólares. Eran épocas de bonanza todavía.

Esto que sucede con don Cristóbal Colón no es otra cosa que un revisionismo estúpido. Los que incitan el odio contra Colón están incitando a detestar a un personaje extraordinario, sin duda el más importe de su época, si no del mundo entero. El Almirante fue un descubridor de tierras, mares, y ciencia. Sólo la ignorancia supina puede acusarle, pasados más de cinco siglos, de genocida. Su gloria es tan grande que opacará la mentecatez de sus detractores actuales.

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