[Jorge V. Ordenes-Lavadenz]

Cómo no se debe gobernar el socialismo


Venezuela es el ejemplo más nítido y contundente de cómo no se debe gobernar un intento socialista hoy tozudo, matón, minoritario y mete miedo, condenado por más de medio mundo en el planeta y todavía financiado por los dólares de exportación de petróleo que compra sobre todo EEUU. A esto habría que añadir la incapacidad de actuación tangible y efectiva de la Organización de los Estados Americanos, OEA, principalmente porque el voto del Consejo requiere unanimidad para actuar con vehemencia persuasiva. Mientras tanto la patria que nos dio a los Bolívares, los Sucres y tantos otros beneméritos del arrojo y gallardía para afrontar tiranías en momentos más que álgidos, simplemente ha caído en las redes de un socialismo desbocado que apalea los ánimos, pero jamás podrá encadenarlos.

Hoy por desgracia mueren venezolanos, pero no desvanece la causa de la libertad ni su búsqueda a como dé lugar, incluyendo el heroísmo. Esto porque simplemente el régimen confeccionado por Hugo Chávez hoy no sabe ser socialista digamos… a la escandinava, donde la educación seria de la población lleva a la persuasión de que la empresa privada también puede ser producto de una buena educación que conduzca al bien de todos por medio de la persuasión, la avenencia, la organización mancomunada y la paciencia que sostienen las libertades de expresión, movimiento y asociación que el socialismo mal llevado reprime por la angurria de poder que por desgracia lo caracteriza y lo enajena hasta la tiranía, que es lo que estamos viendo en la Venezuela que nunca dejará de ser la de Andrés Bello, Rómulo Gallegos, Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y tantos otros ejemplos de civilidad y don de gentes.

Con la Venezuela “socialista” de hoy se comprueba que el radicalismo de izquierda, con su masiva intervención estatal de la economía, tiene un expediente negro en América Latina y en otras partes, aunque en Europa Occidental, desde la caída del Muro de Berlín, ha tenido cierta serenidad de ejecución, sobre todo con la social democracia que ha respetado el voto de mayorías que no han dejado de comprender que la democracia tiene como principal ingrediente la integridad electoral y su secuela de más cumplimiento que incumplimiento también electoral.

No hay duda de que depender económicamente de las fluctuaciones internacionales de los precios de productos primarios tiene que ver con la capacidad de pago de sueldos, de impuestos y beneficios de las fuerzas laborales de industrias tanto estatales como privadas. Y aquí es donde los socialismos históricos de América Latina han fallado, sobre todo en el despegue económico. Y es que por más estatal que una economía sea, jamás podrá afrontar los embistes del acontecimiento internacional negativo sin la ayuda y colaboración de una empresa privada creciente que amortigüe ese embiste.

A esta altura de las cosas, las Venezuelas de Latinoamérica acaso tengan posibilidades de salir adelante solo cuando abandonen los socialismos caducos y los izquierdismos protectores de delincuencia, y vean la forma de aprender a dejar trabajar a la gente de modo que los gobiernos, como el que venga en Venezuela, aprendan a acompañarla y a coadyuvar su esfuerzo, y no hacer de locomotora política estatal que no sabe a dónde va porque no tiene rieles y utiliza hambrientos e incluso cadáveres de gente joven para mover el rodaje infame de sus ignominias que, entre otras cosas, jamás serán omitidas por las generaciones futuras que por desgracia tendrán repletas páginas de historia, cuyo contenido ojalá sirva de norte para jamás volver a caer en manos de oportunistas que por socialismo solo han practicado el error político y la angurria de poder que por el momento los engorda y nutre a su séquito nacional e internacional cada vez más caduco. Lo que más han conseguido es nutrir las ínfulas de las derechas del mundo que hoy campean en EEUU, Polonia y Hungría, y que laten ambiciosas y vociferantes en otros países.

El autor es miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua.

 
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