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[Armando Mariaca]

Con fe son posibles paz, amor, libertad y unidad


En la historia de la humanidad, los anhelos de paz han sido permanentes sobre todo porque la paz se ha convertido en parte indivisible de la libertad y de los derechos del ser humano. Cuando se proclamó en Naciones Unidas los principios de cumplir con los derechos humanos se dijo que si los gobernantes del mundo quieren vivir en goce de las libertades, de la democracia y de la justicia, lo primero que deben observar es que la paz reine en sus naciones y en todo el mundo.

La paz es un bien que Dios, al nacer Jesús en un humilde pesebre de Belén, lanzó sobre la humanidad de todos los tiempos: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, un mensaje que bien pudo cumplirse siempre; pero, la soberbia y petulancia de quienes poseían poder político, económico y de toda índole, traducidos muchas veces en el armamentismo, que han hecho el poderío de muchos gobiernos, no ha permitido que la paz sea parte del diario vivir y sea, además, el medio más efectivo para el desarrollo y progreso de los pueblos combatiendo, principalmente, los altos índices de pobreza, un mal que es cimiento de las guerras, las desavenencias, los enfrentamientos y las discordias entre los hombres porque la pobreza es el mal que impele a los hechos que más caos y anarquía producen y que, en sus consecuencias, causan deterioro de las condiciones de unión y paz que deben reinar.

En nuestro país, Bolivia, todas las generaciones han buscado que se combata a la pobreza y que se inculque en todos la vocación por la paz y la concordia como fundamentos para contar con buenas condiciones de salud y educación; lamentablemente, las casi crónicas situaciones de pobreza no han permitido que muchos planes de desarrollo se cumplan y los estados de extrema pobreza han sido características de la vida, especialmente de quienes habitaron los campos y las regiones periféricas de las ciudades. Si a todo ello se agrega pésimas acciones de gobiernos con presencia de dictaduras y hasta de regímenes legales que no siempre han actuado bajo los cánones de la Constitución y las leyes, se produjo una especie de siembra de errores que ha dado lugar a que fructifiquen males que derivaron en mayor pobreza, subdesarrollo y dependencia.

Sin embargo de todo lo negativo, el pueblo, una generación tras otra, ha mantenido la fe y la esperanza de mejores días, convencidos de que solamente con la fe puesta en Dios y en los valores y principios del mismo pueblo, se logrará consolidar la libertad y hacer que prime el amor y la unidad entre todos; pero, no obstante todo lo sentido como fundamental para la vida, más han podido las discrepancias, los odios y divisiones propaladas especialmente en los últimos doce años, tan sólo por imponer ideologías ya obsoletas con las que el pueblo, en su mayoría, no comulga. Pese a todo, cada año renacen las esperanzas de que puedan superarse los antagonismos y encaminar al país por sendas constructivas basadas en la libertad y la justicia, cuya administración ha sido conculcada por intereses creados y efectos de la corrupción. Existe la convicción popular de que los bolivianos podemos alcanzar mejores condiciones de vida y superar todo lo que nos separa y hasta antagoniza.

Creer en el ser humano es honrar a Dios y esperar que Él, en Su infinita misericordia, ayudará a superar lo que divide y mostrará, una vez más, los caminos ciertos para que a partir del año 2018 se puede encarar decidida y decisivamente el desarrollo nacional especialmente para superar la extrema pobreza que políticas antagónicas con el pueblo no dejan lugar para acciones positivas.

Sentir que la fe puede vencer las dificultades es creer que el amor venza los sentimientos contrarios; ver que la unidad puede motivar a cada uno para alcanzar sitiales que el país precisa; finalmente, creer que la paz de las conciencias será la que triunfe sobre todo lo que canaliza desesperación y frustra esperanzas.

Un entendimiento correcto por parte de todos de lo que significa libertad con democracia implica abrazar las causas de una paz cierta para que, en esa condición, el amor reine en los corazones, sintiendo que el país puede alcanzar un futuro promisor que, sin demagogia ni populismos baratos, nos catapulte por senderos cuyas rutas las fijará Dios, empezando por ablandar los corazones y tocando la conciencia de quienes poseen el poder político que debe y puede abandonar lo negativo hasta en beneficio de sus propios propósitos.

 
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Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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