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Anales del periodismo

A puro pecho

Norman Gall

N.R.- El autor es Director Ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial en Sao Paulo. Periodista agudo, produjo una gran cantidad de reportajes durante 38 años en América Latina, inclusive trabajos detallados sobre las luchas sociales bolivianas en la Mina Siglo XX y El Alto de La Paz. Traducción a cargo de Harold Olmos.

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Comencé mi vida de periodista a los 15 años, como cronista de deportes escolares en el semanario de barrio Bronx Press Review, ya extinto, y contribuyendo con trabajos para el gran periódico New York Herald Tribune, también extinto. Continué mi naciente carrera como ayudante de redacción (copy boy) en las madrugadas, de 01:00 a 08:00 en el New York Post y en el New York Journal-American, también extinto, cuyo único beneficio era poder apreciar la belleza del nacer el sol entre las torres de Manhattan. En busca de mi primer empleo como reportero, en 1958 compré un carro viejo por $US 150 para lanzarme en una romería por redacciones por los pueblos del valle del Río Connecticut, hasta que conseguí trabajo en el pequeño Brattleboro Reformer, en Vermont, estado fronterizo con Canadá. Por coincidencia, se realizaba allí el Marlboro Music Festival, con artistas venerados como Pablo Casals y Rudolf Serkin. Com pecho expuesto, me volví crítico de los conciertos para el periódico local y para el Christian Science Monitor, con base en mi experiencia vendiendo discos clásicos en una tienda de Manhattan. La dirección del festival se ofendió con mis críticas y pidió al Monitor que no me enviase más a los espectáculos, pero al editor de cultura le gustaron mis artículos y replicó que yo volvería a criticar los conciertos, apoyo que me conmueve hasta hoy, a mis 84 años.

Tuve suerte. Trabajé en la campaña electoral del presidente John F. Kennedy, en 1960, ayudando en el registro de electores puertorriqueños en Nueva York. Después viajé a Puerto Rico, donde me ofrecieron trabajar como reportero para el diario San Juan Star. Comencé en la víspera del asasinato del dictador Rafael Trujillo (1930-1961), en República Dominicana. Desde entonces y hasta ahora, recorro los rancheríos y las metropolis de América Latina como reportero e investigador, siempre a puro pecho.

En el libro The Invention of News (Invención de la Noticia), Andrew Pettegree, de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, traza la evolución del periodismo desde la invención de los tipos metálicos movibles, hace casi 600 años, por Johannes Gutenberg. El libro comienza con el lanzamiento en Londres, el año 1704, de un semanario político sobre noticias de Francia fundado por Daniel Defoe, otro periodista con pecho, que sufrió de bancarrotas y prisión por sus deudas, dos décadas antes conquistar fama eterna con la publicación de su novela, Robinson Crusoe. Pettegree va más al fondo, trazando la evolución de los negocios de las noticias junto con las redes de comunicación en el molde del sistema postal del imperio romano. El periodismo moderno apareció solo en las últimas décadas del Siglo 19, cuando la revolución industrial facilitó la concentración de pueblos en las ciudades, con grandes innovaciones en la comunicación, logística y sanidad.

En la tapa de su libro, Pettegree advierte: “Las noticias deben acompañar la actualidad y merecer confianza”. Los pueblos necesitan de información y entendimiento para evitar engaños.

Sin embargo, según Pettegree, “la era de la prensa aparece fugaz, en lugar de ser el orden natural de las cosas. Todavía más lo parece el periódico, que sus admiradores pretendían que fuese un instrumento de acceso al poder y emancipación que representase la culminación del proceso civilizador”.

Hoy, los periódicos luchan por sobrevivir, con miedo y, a veces, con garra y creatividad. El avance de la informática hundió su antiguo modelo de negocios sustentado tanto por las noticias como la publicidad. Los avisos clasificados, que apoyó al periodismo independiente, han sido superados por los servicios más ágiles y amplios por la Internet. Los grandes diarios fueron los vehículos tradicionales de circulación de noticias. The New York Times, cuya mayoría de lectores accesa a sus servicios por smartphone, apuesta a la expansión y profundización de su cobertura informativa con grandes reportajes, aun a pesar de los recortes de su redacción. The Washington Post parecía sumido en una agonía final cuando fue comprado por Jeff Bezos, el empresario de Amazon que inyectó dinero al periódico, contrató más reporteros y mejoró su cobertura tanto en el medio impreso como en el electrónico.

El desenrollar del escándalo Lava Jato, en Brasil, depende de un puñado de fiscales, jueces y agentes de la Policía Federal. Sus acusaciones, que provocan la indignación en la población, son divulgados básicamente por cuatro diarios de Sao Paulo y Rio de Janeiro, por las revistas semanales y por el Jornal Nacional, de TV Globo. No sabemos por cuánto tiempo más se sustentará esa indignación ni cuáles serían sus consecuencias. Lo que sabemos es que la prensa escrita quedó frágil financieramente, perdió lectores y capacidad de acción, con graves averías en las redacciones. La polarización provocada por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos dio nueva vida a los grandes diarios y noticieros americanos, tanto en audiencia como en facturación. En la tapa de su libro, Pettegre advierte: “Las noticias deben ser actuales y merecer confianza”. Los pueblos necesitan de informaciones y de conocimiento para evitar engaños y eludir tonterías.

¿Cómo sería el Brasil en el futuro, con corrupción endémica, políticas públicas fracasadas, sin la vigilancia oportuna de una prensa que sirve como pilar de la democracia? La prensa moderna se organiza como industria compleja que integra redacción, impresión, publicidad y distribución física, con costos fijos que inhiben su participación en la feria libre de la Internet para competir con sitios que incurren en una pequeñísima parcela de esos costos mientras dependen del periodismo impreso como fuente primaria de noticias. La Internet también vacía otros canales de distribución física y provoca el encogimiento de las tiendas y centros comerciales. Una sociedad compleja requiere de un referencial confiable sobre los hechos, con investigación y reportajes originales, detallados y persistentes, a veces con arrojo y temeridad que las emisoras de radio y televisión se muestran incapaces de lograr. Nuestra sociedad necesita de un ancla para la memoria institucional, dando a los ciudadanos una base en la realidad como alternativa a la espuma de noticias que prolifera en la Internet. La incapacidad de preservar la integridad de las informaciones podría resultar costosa.

 
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