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Covid-19 ¿Por qué lo vivimos de forma traumática?

Beatriz Tarancón Sanchez

Estos días están siendo un reto sin precedentes para muchas personas no acostumbradas a vivir recluidas en casa. Los que llevamos muchos años padeciendo confinamientos no deseados por padecer una discapacidad psicosocial sabemos por experiencia lo que significa desarrollar estrategias que nos ayuden a enfrentarlos en soledad con el coste adicional del estigma, la incomprensión y la exclusión social, tanto en el ámbito laboral como en otros más cercanos (familia, amistades que desaparecen, etc.). De eso son conscientes muchos profesionales de la Salud Mental en España (psicólogos y trabajadores sociales, por poner un ejemplo).Y desde hace mucho tiempo la sociedad nos ha invisibilizado porque la Salud mental, a pesar de la definición de Salud que indica la Organización Mundial de la Salud no era algo considerado necesario para nuestro bienestar.

Nuestro sistema educativo no está configurado para desarrollar estrategias de adaptación y gestión emocionales desde la infancia, ni siquiera para desarrollar una Atención Temprana adecuada. Una educación y sanidad, por otro lado, que ahora se ve como la piedra angular de nuestro Estado social y democrático de derecho para hacer frente a la crisis del Covid-19.

Esta crisis sanitaria ha golpeado fuertemente a los recursos sanitarios ya de por sí mermados como consecuencia de la crisis económica de 2008 y la política de ajustes a que tuvimos que hacer frente de acuerdo con las condiciones establecidas por la Unión Europea para permanecer en la zona euro. Esta sobrecarga de trabajo va a implicar en muchos casos a corto y en la mayoría a largo muchos riesgos laborales de naturaleza psicosocial para los profesionales de la salud que al final son los que están asumiendo el coste de esta crisis. Seguramente acaben necesitando apoyo terapéutico de los servicios de Salud mental a largo plazo (estrés postraumáticos en el peor de los casos, cuadros de ansiedad y depresión en los casos más leves) y es aquí donde me gustaría que quizás mi testimonio, que llevo dando por mi blog desde hace muchos años pueda servirles de alguna manera.

Me gustaría que cuando una persona accediese a los servicios de Salud mental se le atendiera desde una perspectiva humanista, entendiendo las circunstancias personales, escuchando de forma empática, en un diálogo abierto donde no se juzgase desde un diagnóstico o perspectiva académica el sufrimiento o las emociones que en ese momento la persona tuviera. Que no recibiese de inmediato un “diagnóstico”, una “etiqueta” del Manual Diagnóstico DSM de Salud Mental en su historia clínica. Que no se medicalizase sus síntomas con una combinación de fármacos sino que se le acompañase para hacerle sentir que no está solo y que cualquier persona no está libre de tener situaciones difíciles de manejar cuando precisamente no se nos ha educado para gestionarlas. También me gustaría que sean respetadas las Recomendaciones que el Comité de Naciones Unidas de Derechos de Personas con Discapacidad realizó al Estado español el año pasado. Las decisiones en Salud Mental deben ser informadas adecuadamente y consentidas por el paciente. Como indicaba Naciones Unidas el paradigma de derechos humanos es el que debe informar el modelo social de la discapacidad, dejando de lado el modelo médico rehabilitador.

Estoy segura de que esta crisis nos ha hecho especialmente empáticos con los profesionales que están asumiendo el riesgo de contenerla. No obstante, se avecinan tiempos difíciles en el sentido de que los trastornos emocionales una vez que se asoman los primeros síntomas a nuestro organismo tienen distintos pronósticos, según la personalidad y la carga de exposición a estresores. Me gustaría que surgiesen redes de apoyo y cuidado mutuos, que la red de familias afectadas se cuidase especialmente. Sabemos que las familias quedan desbordadas y nosotras/os tenemos experiencia en ser aislados, anulada nuestra voluntad y en el peor de los casos objeto de ingresos hospitalarios involuntarios en aras de una difusa “defensa garantía de la seguridad del paciente y de terceros”.

No obstante, tengo la esperanza de que esta crisis sea una oportunidad para redefinir el paradigma del modelo asistencial en Salud mental humanizándolo, atendiendo por fin a las recomendaciones de Naciones Unidas, poniendo el eje del mismo en el respeto a los Derechos Humanos de todos y todas, abriendo paso a nuevos procesos de integración comunitaria, de redes de apoyo mutuo en modelos horizontales de igual a igual...

Por último hay un mensaje que estos días me preocupa sobremanera y es el hecho de que se está viendo de forma positiva socialmente que el personal sanitario se comporte como si fuesen “héroes”, cuando eso es algo que nadie ni menos el Estado tiene derecho a exigir. El Estado no puede obligar a que nadie ponga en peligro su integridad física, es más debe ser un garante de la misma en todos los órdenes de acuerdo con los tratados de Derechos humanos. El Estado además está llevando a los profesionales a tomar decisiones clínicas muy complejas desde un punto de vista bioético y en ese sentido habría que redefinir la función de los Comités Asistenciales de los Hospitales.

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