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[Álvaro Riveros]

Clepsidra

De libertadores a liberticidas


En medio de esa retahíla de disparates, a la que nos tenía acostumbrados Hugo Chávez Frías, existía una gran dosis de humor caribeño que los bolivianos no supimos decodificar, como sus inventivas marxistas, más afines a los hermanos Marx que al filósofo alemán. Este heredero de Bolívar (pero del billete, no del ilustre libertador americano) estaba empecinado en hablar de Bolivia, y de su jefe indio del Sur, como si del traspatio de su finca se tratara, con la agravante de haber contagiado con esa práctica odiosa, a su entorno de áulicos y corifeos.

Es el caso de su exministro de Energía, Rafael Ramírez, actualmente disfrutando de su exilio dorado, quien con desenfado afirmaba: “Vamos a liberar a Bolivia (...) porque allá es terrible; hay desprecio hacia los indios y el imperialismo y sus cachorros los están llamando fundamentalistas andinos…”. Hace apenas unas horas, este bribón acaba de llamar a los militares de su país, invocándoles a derrocar a su ex cómplice, Nicolás Maduro y ser protagonistas de un cambio en Venezuela, recuperando el ingreso petrolero -que él mismo ayudó a expatriar- y evitar el saqueo del oro y de muchos otros recursos, para la reconstrucción nacional”.

Ya el exembajador en La Paz, Julio Montes, otro célebre miembro de esa pandilla, había declarado: “estar dispuesto a defender la revolución boliviana poniendo su sangre y su vida para cumplir este cometido”. Al momento, ignoramos que pasó con su vida, pero sí se sabe que ya le quedaba muy poca sangre en la cara.

¿De qué podría habernos liberado el mico-mandante? ¿De la pobreza- quizás- que está asfixiando a su pueblo, causada por los miles de millones de petrodólares que derrochó inmisericordemente? No olvidemos que esta campaña de intromisión redentora la inició en un gobierno anterior a Morales, cuando al micomandante se le ocurrió “bañarse en playas bolivianas, actualmente cautivas en Chile”. El resultado no pudo ser más desastroso, pues en lugar de mar obtuvimos un Lagos que nos revolcó en la cumbre de Monterrey y, para colmo, el capricho chavista nos clavó una estaca Insulza en la OEA a sabiendas que con ello estaba sepultando nuestra legítima reivindicación marítima. En síntesis, de lo único que estuvo a punto de liberarnos fue de nuestras relaciones con EEUU, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Paraguay, para encasillarnos en la órbita de “países libres” del Foro de Sao Paulo, como: Cuba, Nicaragua, Irán, Corea del Norte, México y la Argentina últimamente.

Quienes amamos a Venezuela y a su pueblo, y reconocemos su tradición libertadora, no podemos más que repudiar el descaro de ese “Mussolini Light” que, en lugar de hablar de libertad para otros pueblos, debió dejar de sojuzgar al suyo. Que, si estaba empeñado en llevar adelante este tipo de cruzadas, por lo menos debió asegurar el suministro interno de alimentos y de los hidrocarburos que hoy no se consiguen ni para consumo doméstico. ¿Cómo pensaría este estratega desplazar sus tropas? Estos y otros muchos interrogantes surgen, cuando de trastocar los conceptos se trata, y cuando los libertadores se convierten en liberticidas.

 
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