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[Ramiro H. Loza]

Explosión de candidatos e implosión


Un populismo desbordante no puede dejar de ocasionar la anarquía de una sociedad. La variedad de sus fuerzas y de sus expectativas cada vez mayores hacen de la institucionalidad su víctima propiciatoria. El país vive muy de cerca este fenómeno y una parte de ello son las candidaturas en explosión que, como ahora, están provocando, inclusive, un proceso de implosión del partido gobernante. A propósito, cosa aparte es el goce de un flujo financiero abundante, reflejo de factores externos en los años anteriores.

Si es cierto que la proximidad de las elecciones subnacionales, exponencialmente trae una explosión de elegibilidad, ya se nos ofreció parecido cuadro por la captura de la burocracia del gobierno central, golpizas de por medio a propios y extraños. Al presidente Luis Arce le habían llegado más de 150 postulaciones para ministros. Esto, revela el concepto patrimonial del Estado para usufructo de los que lo han ganado. Este “derecho” increíble emana de la concurrencia a las marchas, proclamaciones, bloqueos y mucho más. Premio que debe otorgar la cúpula gobernante bajo diversas alternativas nada cordiales.

Si además hay lesionados y bajas reales o supuestas en la escena, ciudades como El Alto adquieren salvoconducto a ministerios, cuotas en el Legislativo, alcaldías, concejalías, etc. El triunfo electoral en una ciudad o el apoyo de ésta al partido ganancioso la hace acreedora del frondoso aparato estatal. Es una especie de cheque que exige pago a sola presentación. Entonces, vano es hablar de política en su sentido constructivo. Es simple y llanamente un desvirtuo que deja atrás los principios, las plataformas y programas, para no hablar de ideología --si algún partido o agrupación la tiene-- y este vacío, sumado a la improvisación de los administradores de la cosa pública (res publicae, en latín es república), roza la ineficiencia y convierte al Estado en una marioneta a merced de los vientos que soplan desde los extremos de los sectores demandantes.

No hay pues gobierno, sino una agencia complaciente a todo tipo de presiones, en las cuales destacan los “movimientos sociales”, las federaciones, los sindicatos y hasta las juntas de vecinos barriales. Tenemos a un paso la anarquía del brazo de la demagogia, bella fealdad pero real. La pedagogía de esta situación es que “todos son aptos para todo” y pueden oficiar de ministros, magistrados, senadores, diputados, sin excluir la diplomacia. Lo hemos visto y poco más o menos lo estamos viendo en esta nueva fase del MAS. Así se menosprecia y se hace inútil la profesionalidad, la especialización y la capacidad, luego, vana es la formación académica y los estudios, por básicos que fueran. Claramente lo dicho es conducente a la desidia formativa y, a la frustración, en otros casos. Dura lección, por cierto.

Con toda la gravedad actual, también tuvimos altos mandatarios que no se expresaban más allá de lo elemental y en su ejercicio o “mandato” a fuer de escuchar a políticos y ministros lograron hilvanar algún discurso. Aprendieron en el camino, mal o bien, mientras hay quienes se vanaglorian de “no haber pisado las universidades”. Sin duda, todo un espectáculo para los países vecinos, para no ir muy lejos.

La auto demagogia de los constituyentes de la Carta Política de 2009, entre sus propias contradicciones extrapoladas al texto constitucional, fijaron desde los 18 años el acceso a la Asamblea Legislativa Plurinacional, lindeza que, a su vez, no tiene parangón a nivel internacional. A continuación, y como tributo a la juventud infusa de sabiduría y madurez, el MAS entre sus rebuscadas “conquistas” --muchas importadas del pacto de Sao Paulo o del reciente de Puebla-- atiborra al Legislativo de un gran número de jóvenes “imberbes”, como alguien los llamó. Así vemos presidir a una de las Cámaras Legislativas a uno de esos jóvenes y de viceministra a una señorita de 19 años. ¡Vaya exponente! Que juzgue quien lea este bosquejo de una triste realidad

loza_ramiro@hotmail.com

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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