OPINIÓN    

Contra viento y marea

El rey es bueno pero sus ministros son perversos

Augusto Vera Riveros



Cuando la Revolución francesa aún estaba en curso y un sistema parlamentario de monarquía constitucional era la aspiración de los sediciosos, había la opinión generalizada precisamente entre ellos, de que “el rey es bueno pero sus ministros son perversos”.

No estoy seguro de si eso es aplicable cumplidamente a nuestro actual gobierno, pero lo que sí es innegable es que el equipo ministerial de la presidenta Jeanine Áñez parece estar salpicado por un conjuro tan poderoso que les impide beneficiarse de las --a estas alturas-- ya rituales bendiciones que la primera autoridad proclama.

El descrédito para el que el gobierno ha hecho suficientes méritos y cuya responsabilidad recae mayoritariamente en un equipo cada vez más remendado, tiene en algunos de sus personeros como el ministro de Gobierno Arturo Murillo, cuya proclividad a la verborrea no siempre feliz y que además funge de asesor personal de la mandataria, como a su más sobresaliente lengua larga. El desempeño de Murillo, sucedáneo de Sánchez Berzain, y la performance de la mayoría de los altos dignatarios, han llevado al régimen a un descalabro del más alto nivel del Ejecutivo y de esferas aún inferiores. No han pasado muchos días desde que el brazo derecho de Áñez, con su ya conocida fanfarronería, destrozó la reputación de una mujer a quien sin ningún fundamento de investigación criminal atendible, adjudicó --de facto-- la comisión del rapto de una lactante, presumiendo su culpabilidad, cuando lo que debe presumirse es la inocencia. Sus fotografías han ocupado las primeras planas de los periódicos, los titulares de los noticieros e invadido las redes sociales.

Es que ya es insólito que se mancille la dignidad de las personas, sólo porque el tiempo apremia y hacer buena letra para captar algunos votos más, es cosa de pocas semanas. ¿Será que en la estructura del Órgano Ejecutivo no existe un solo asesor que pueda decirles que más allá de las tendencias ideológicas de su administración, gobernar es un arte? ¿No existirá alguien que les diga que para ganar votos, primero hay que hacer méritos? ¿No estarán enterados de que las legaciones diplomáticas extranjeras ocupan espacios físicos que en virtud del principio de la extraterritorialidad, que es una ficción del derecho internacional, son inviolables y a las que no se puede ingresar pateando puertas? ¿Acaso no saben que los bienes del Estado son para uso oficial y además eficiente por prescripción de la ley Safco, y no para transportar reinas de belleza sólo porque se hallan indispuestas?

Por comisión, por omisión, por negligencia o por candidez, en diez meses de gobierno, varios despachos ministeriales han incurrido a través de sus personeros, en delitos y cuestionamientos que van entre graves y muy graves. En Entel se dio el primer caso de corrupción, pero la seguidilla de desaciertos en ministerios como el de Educación, Presidencia, Salud, Minería y otros, hacen presumir que los días de Áñez en el gobierno están contados.

Ningún gobierno es inmune a la corrupción, hay que empezar por ahí; pero la voluntad política dedicada a crear instituciones sólidas y transparentes puede hacer que la corrupción pierda terreno, por eso es que en este o en cualquier otro régimen, los fondos derrochados más allá de su importancia por sí mismos, adquieren otras dimensiones en tanto la corrupción, las malversaciones y los errores administrativos, corroen la capacidad del gobierno para ayudar a hacer crecer la economía de manera que todos los ciudadanos se beneficien. Y entonces, reitero, que por lo menos los colaboradores más próximos de Jeanine Áñez, y quienes secundan a varios ministros, parecen no haber terminado de comprender que existen protocolos no sólo para las emergencias sanitarias, porque hay protocolos que seguir en las adquisiciones, en las relaciones internacionales, en las investigaciones criminales. En fin, salvo excepciones, el gabinete ministerial de la Presidenta adolece de muchas limitaciones.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.

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