La caravana que despierta admiración y nunca compasión

El grupo de personas con capacidad diferente continúa con su tortuosa marcha. El cansancio, las lluvias, el viento, el hambre son los adversarios a vencer.


En medio del calvario de la larga marcha, un momento para aplacar la sed. La caravana se encuentra en medio de la carretera entre Cochabamba y Oruro.

“Una, dos, vamos”, dice la voz de orden. Todo tiene que estar sincronizado. Los últimos dos días avanzaron impulsados por una soga muy bien atada a un vehículo. El chofer sabe que debe realizar una marcha regular y estar con los oídos atentos ante cualquier pedido de los integrantes de la caravana. Las ampollas en las manos de tanto aferrarse a la soga, las huellas dejadas por las altas temperaturas, el frío, la lluvia y el viento, parecen haber curtido esos rostros que miran un poco más allá del camino pavimentado.

Es la caravana de 125 personas en sillas de ruedas, asistidos por algún muchacho, una persona mayor o lazarillos ocasionales que se conmueven ante la escena. La larga travesía se inició el 15 de noviembre del año pasado en Trinidad y parecía que su protesta había perforado el sentimiento de las autoridades de Gobierno hace una semana, pero el pedido de 3.000 bolivianos anuales para los incapacitados graves recibió como contrapropuesta el monto de 1.000 bolivianos que no fue aceptada, de manera que la marcha estacionada temporalmente en Quillacollo reanudó su fatigosa empresa.

En la caravana se encuentran personas de todos los departamentos y regiones. “Querían estar todos, pero no podíamos admitirlos, porque sólo podían integrar el equipo las personas representativas de cada comunidad, pueblo y región” cuenta Mario Torrico, presidente de la Federación Cruceña de Personas con Discapacidad.

“Fui uno de los promotores de esta marcha; la idea maduró hace dos años; entonces sólo se pensaba hacer una marcha de Caracollo a La Paz y, de pronto llegó la idea de partir desde Trinidad. Fue una locura, recuerdo el primer día en el que avanzamos seis kilómetros y terminamos extenuados, pero al día siguiente avanzamos ocho kilómetros hasta llegar a un arrocero y entonces tomamos ritmo de manera que avanzábamos entre 20 y 25 kilómetros por día”, cuenta Torrico.

Algunos lucen el rostro demacrado, otros están exhaustos, hablan de sus penurias, pero también cuentan sus travesuras. “Hay que estar atentos porque cuando jala la vagoneta y no estás atento quedas despedido de tu silla, por eso pensamos en hacer nudos porque nos ampollamos las manos y cuando alguien se cae no faltan las carcajadas”, cuenta uno de los más joviales de la caravana.

El responsable de la caravana, Carlos Mariaca, está al tanto de lo que puede ocurrir el próximo día, no sólo hay que tomar en cuenta el camino que se tiene enfrente, sino el clima, la disposición del grupo, el ánimo del momento y fundamentalmente el cansancio.

Ningún día es igual al anterior porque la generosidad de los pobladores por donde pasa el grupo responde de diversa manera; un día se puede pasar con una sola comida y otro es de bonanza porque tienen hasta cuatro comidas en la jornada.

Aprendieron a valorar a la gente no por la cantidad recibida, sino por su actitud. “Un día, un señor nos dio 1.000 bolivianos y otro, una pastorcita nos alcanzó dos bolivianos. ‘Esto es para su refresco’, dijo y se me hizo un nudo en la garganta. Esto nos hace cada vez más fuertes. Cada día que pasa estamos más nuevos, pese a los mil problemas, cuántas veces nos reunimos entre los tres encargados de la caravana para hacer algo, porque no teníamos comida para el día siguiente, ni medicina para los niños. Tenemos que ser fuertes, porque no todos saben entender nuestra demanda, como por ejemplo, cuando nos corrieron en San Germán porque no nos querían allá”, recuerda Torrico.

Hasta un perro que encontraron en el camino se sumó al grupo, éste pronto recibió una capa naranja para superar las jornadas frías y el nombre de “Bono”. Todos estos detalles hacen que crezca el espíritu de cuerpo, el sentido comunitario de la caravana, porque en estos momentos todos se necesitan, unos de otros.

La caravana no apunta a un monto a pedir al Gobierno, no se limita al hecho económico, es un timbre a la sensibilidad social, es un llamado a la población porque detrás del reclamo está el derecho de inclusión en la sociedad con igualdad de oportunidades. En las ciudades se encuentran decenas de estas personas con capacidad diferente que buscan una fuente de trabajo, eso lo vemos, pero no vemos al discapacitado del área rural que se disputa con el cerdo la fruta que cae del árbol o el tullido confinado en una rústica cama esperando la atención de sus progenitores al final de la jornada

“Esperamos que vean nuestra capacidad, no nuestra incapacidad. Muchos somos profesionales y no accedemos a una fuente de trabajo. Si una persona es secretaria no la reciben porque es chuequita. Por más que queramos cerrar los ojos, en Bolivia y el mundo existen gente con discapacidad”, dice Torrico.

La caravana recorrió hasta el momento 1.100 kilómetros y es cuestión de aguzar la mirada de la inteligencia para darse cuenta que merecen admiración, nunca compasión.

“Estamos preparados para 1.000 días más de marcha”, concluye Torrico.

LOS DATOS

• El Gobierno cuenta con Bs 130 millones disponibles para el sector, de los cuales se podría disponer 54 para pagar a las 20 mil personas con discapacidad grave y muy grave.

• A juicio de la senadora Rhina Aguirre, quien padece de ceguera, el bono ofrecido de 1.000 bolivianos anuales era insuficiente.

• Zenaida de Barreda, quien sufrió un infarto a inicios de semana es la primera baja de la caravana.

(Ernesto Murillo)

 
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