[Alberto Zuazo]

Punto aparte

El genio musical de los bolivianos


En días de carnaval, resulta apropiado hablar de música, dada la circunstancia de que se cuenta con compatriotas que tienen una cualidad que linda con la genialidad en la composición, interpretación y vocalización. La base de las danzas de esta fiesta mayor se sustenta precisamente en el enorme patrimonio musical que se posee.

Bolivia cuenta con toda una constelación de ritmos musicales que alegran, recrean y permiten las fastuosas entradas de carnaval, así como también generan momentos únicos de sentimentalismo y nostalgia.

Y todo ello es creación de seres que saben componer e interpretar con notable calidad distintos géneros musicales, para todos los estados de ánimo. En los países vecinos no existe esta cualidad, al menos en la cantidad y variedad que tiene Bolivia. Debe acercarse al centenar los ritmos que enriquecen el acerbo musical patrio. De ahí que es difícil mencionar a todos.

Sin embargo, algunos de ellos sobresalen con relieves singulares. Entre ellos, las músicas de la diablada, morenada, caporales, cueca, bailecito, chobena, chacarera, tinku, sicuri, saya, wakatokori y kullawada, sólo para citar algunos. Pues, en toda la geografía nacional hay una imponente variedad musical que anima y alegra el alma, a pesar de las limitaciones y sinsabores de la vida diaria.

Otro inmenso tesoro que tiene el país es la música de las misiones de la época colonial, en la región oriental. Su mayor carácter radica en que niños, jóvenes y adultos la cultivan como parte inherente a su propia existencia, así como a la práctica del culto religioso.

Al volver a la música popular y romántica, lo primero que tiene que hacerse, en estricta justicia, es reconocer que la empresa discográfica “Discolandia” cumple un rol de primer orden en la producción de la música que se crea e interpreta en los cuatro horizontes de la patria.

Puede decirse que es un negocio, pero cuando su aporte se traduce en una obra que honra al sentir nacional, no queda otra cosa que aplaudirla y desearle larga y fructífera labor, que alcanza ribetes cívicos.

Esta contribución es inmensa, pero no sería suficiente, si acaso no estuviera complementada con la difusión de toda esa producción. Esta plausible y meritoria tarea la realiza, entre algunas otras, radio Panamericana, que dedica horas claves de sus audiciones diarias para difundir la música nacional.

Escuchar la música propia reconforta el espíritu y tiene la virtud de estimular el sentimiento de la bolivianidad. Nada más grato que amanecer y cerrar el día con los acordes de la música entrañable de la tierra. Sin este aderezo, el espíritu patriótico estaría adormecido. Los jóvenes de hoy utilizan mucho la contracción “vibra”, de la palabra vibración. Se acomoda bien al caso que abordamos hoy.

Nada de ello ocurriría, si no sintiéramos la “vibra” de la bolivianidad. Si no dispusiéramos también con estupendos compositores e intérpretes de todos los géneros de la música propia. E igualmente con vocalistas que causan “vibra”, entusiasmo, con sus diversas voces y diversidad de tonalidades.

Es memorable que la estrella de cine y eximia cantante Jenifer López hubiera popularizado en el mundo entero, el año pasado, la canción boliviana “Llorando se fue”, del magistral conjunto de Los Karjkas, con sus muy atractivos arreglos modernos en español e inglés.

A todos, pues, un homenaje, un tributo de admiración y gratitud. Los compositores que sigan componiendo, los instrumentistas que continúen demostrando su talento rítmico y los vocalistas -mujeres y hombres- que cada vez brillen más ante el reto de suscitar el goce encantador de la música boliviana, esforzándose en competir de igual a igual con sus pares del exterior.

Con la adecuada cooperación oficial, promoviendo su difusión con el concurso de las representaciones diplomáticas en el exterior, es tiempo de que se produzcan en el país videos clips, de música y danza, acordes con las exigencias del mercado actual. Es época de globalización, por tanto hay que responder al desafío.

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