Vanas ostentaciones cuando la pobreza causa estragos

Atenido a las “reservas internacionales”, el Presidente decidió construir un nuevo palacio de gobierno. Nuestras reservas, como bien se sabe, tienen su contraparte con nuestras deudas internas y externas; por otra parte, esos excedentes se deben a los precios internacionales que son altos por las ventas de gas, minerales y algunas materias primas que aún exportamos. No son, en modo alguno, fruto del trabajo y la producción que, en la realidad de los hechos, han bajado sustancialmente.

Vivimos en un país que seguirá soportando una crisis económica de grave envergadura; no podemos ni debemos creer que estamos a la altura de nuestros vecinos y mucho menos de países ricos y desarrollados. Nuestra realidad es lacerante porque la pobreza continúa haciendo estragos en la mayoría de nuestra población.

La presencia de “nuevas burocracias” que hacen ostentación de tener mucho dinero, no quiere decir, en modo alguno, que el país está en situación de haber vencido sus problemas. Esas nuevas burocracias ostentan lo que determinadas circunstancias les permite tener y la contrapartida está en que hoy hay más pobres que ricos comparativamente con lo que ocurría hace diez años.

Se quiere construir un nuevo palacio, teniendo uno con pasado histórico muy interesante y pródigo en enseñanzas y experiencias sobre lo mucho que se hizo en nuestra historia y cuyas paredes fueron testigos de hechos que nadie esperaba: paso de hombres preclaros e inteligentes, con grandes virtudes que se hicieron valores, buenas intenciones que sólo en casos se efectivizaron; hombres que tenían conciencia de país y sentido de servicio al pueblo. Un palacio en el que fueron redactadas importantes disposiciones y que dio cobijo a personajes que, de una u otra manera, han forjado la historia nacional.

El capítulo de lo sano y efectivo, de las realizaciones y hechos constructivos es uno de los caminos recorridos; pero lo contrario es el paso de gentes que han actuado sólo impelidos por conveniencias político sectarias, intereses creados y han vulnerado la Constitución y las leyes porque se prestaron a golpes de Estado con el derrocamiento de presidentes constitucionales; no faltaron aquellos que, impelidos por sus ambiciones, han instaurado procesos “revolucionarios, reformadores, transformadores, de reconstrucción” y otros epítetos que en nada contribuyeron a solucionar los grandes y graves problemas del país.

El palacio de gobierno, con sus amplias instalaciones y miles de recuerdos, muestra también las figuras del recuerdo de tiranos y dictadores, de ególatras y gentes que han dedicado su poco saber y sus experiencias para conseguir sólo el atraso nacional y ver a la Patria postergada, al margen de realizaciones que han alcanzado otros países.

Nuestra pobreza es tal que se ha visto lacerada en su espíritu, sus esperanzas y economía por los gastos ostentosos, por la manía de “estrenar juegos al estilo infantil”, descuidando lo más importante: invertir, crear riqueza y promover un desarrollo armónico y sostenido. ¿Cuánto hemos avanzado como para darnos el gusto de contar con aviones de lujo, viajes y costumbres ostentosas hasta “encargar” satélites, y ahora, construir un nuevo palacio que sólo albergaría a una burocracia que sobra y que, vistas sus capacidades, tan sólo con el diez por ciento alcanzaría para un trabajo honesto y productivo? ¿Podemos vivir con riquezas sabiendo que la mayoría del pueblo se siente atenazada por la excesiva pobreza? Hay interrogantes que, con honestidad y responsabilidad, tendrían respuesta evitando hacer lo que no debemos y emprendiendo trabajos que debemos y podemos efectuar.