La violencia intrafamiliar y las frustraciones inducen al consumo



Muchas personas perdieron la oportunidad de vivir en el seno familiar por diferentes vicios, por lo que ahora viven juntos en las calles alteñas.

Miguel, un joven de 18 años, sostuvo que la violencia al interior de la familia y las frustraciones por las que atraviesan los jóvenes son los principales factores que los llevan a consumir estupefacientes empezando a corta edad.

El entrevistado comentó que se inició en el consumo de marihuana a los 14 años usándola como una válvula de escape debido a la violencia generada por su padrastro en su contra y la de su madre. Asimismo, agregó que los problemas amorosos y económicos por los que atravesaba a su corta edad colaboraron con su interés por los estupefacientes.

“Empecé junto a tres de mis compañeros de colegio, una noche cuando mi chica me dijo que no estaría más conmigo porque no podía comprarle peluches y salir con ella a comer donde ella elegía. Tuvimos la curiosidad de consumir la marihuana, nos decían que era suave y que no nos haría mucho problema porque era divertido, sobre todo para olvidar, no sólo a ella, sino los recuerdos que mi padrastro me dejaba luego de golpearme cada que llegaba a la casa borracho”, relató.

“En dos ocasiones me enfrente a él, le dije que no le pegara más a mi mamá pero de pronto sentí un golpe cerca a mi oído que me dejó casi sordo. Quería responderle, casi me vuelvo loco, pero en ese momento mi madre salió al frente y me dijo que no tenía que meterme, que era un problema de ella y no mío, que me fuera si no lo quería. Los que empezamos ese día teníamos similares problemas en casa y conseguimos los sobres de otro compañero que era tres años mayor que nosotros”, recordó.

Cuando se le consulta el por qué de las similitudes entre sus compañeros, Miguel medita, sonríe y manifiesta “la violencia y las frustraciones son los primeros factores que influyeron, luego aparece la ausencia de comunicación, cariño y comprensión. Esto está ausente en varios de los hogares de la zona Río Seco”.

“Mi padrastro no se atreve a tocarme ya porque le di una paliza, pero cuando no estoy y no llego a mi casa por tres días sé que él aún le pega a mi mamá y ella ni me quiere decir nada. Yo tampoco le pregunto porque creo que no quiere separarse, después de que mi padre falleció no quiere quedarse sola. En el caso de mis amigos es casi igual, ellos han tenido que repetir el curso porque no podían seguir estudiando, deben trabajar y los viernes nos quedamos en los boliches (bares) de La Ceja, a ellos sus viejos (padres) no les dicen nada porque no se quedan en casa, deben traer mercadería de Chile y Perú y cuando llegan tienen fiestas, deben asistir a los prestes y nosotros vamos con ellos a vender cerveza y todo, pero igual entre sus padres se pelean, se golpean, incluso llegan al médico forense pero a los pocos días nuevamente están igual”, señaló.

Comentó además que ahora el consumo de bebidas alcohólicas en esta ciudad empieza a los 12 años, luego pasan a la marihuana y cocaína, pero ambos son más solicitados por los varones mientras que las mujeres, dependiendo de sus ingresos económicos, se mantienen con las bebidas alcohólicas o los inhalantes como el tinner o la clefa.

“Nosotros ya conocemos quienes traen clefa para vender en tarritos, pero eso se compra cuando no se tiene dinero y nos deja peor, mientras que para la marihuana o la cocaína hay que tener un ingreso permanente, es por eso que con mis cuates (amigos), vendemos cerveza, llantas, relojes, de todo, para comprar ropa y lo que consumimos. He probado las tres cosas, prefiero la marihuana porque no te deja mal, es más suave, va mejor con trago (bebidas alcohólicas)”, contó Miguel.

 
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