Los fenómenos políticos en el “proceso de cambio”

Como producto (mejor dicho, efecto) del proceso de cambio, que en realidad se origina en las grandes causas de la Revolución de 1952, así como algunas secundarias de reciente data, el pueblo boliviano ha puesto en práctica una serie de nuevos y notables procedimientos políticos que podrían dar lugar a nuevos métodos en la forma de elegir a sus gobernantes. En efecto, para alcanzar presencia personal en la actividad política ya no se requiere las condiciones tradicionales, sino otras muy distintas y no menos originales.

Efectivamente, para llegar al nivel de personaje político, diputado, gobernador o candidato presidencial ahora es suficiente ser marchista, dirigir movilizaciones de pueblos indígenas, bloquear caminos y calles, impulsar levantamientos populares o bien ser guerrillero, terrorista, hacer explotar bombas en las ciudades y dinamitar torres de electricidad o ser condenado a vivir años en cárceles o sufrir la tragedia de los confinamientos y exilios.

Con esas nuevas técnicas de lucha es posible adquirir notoriedad y protagonismo, con la seguridad de que se obtendrá éxitos políticos, resultados sobre los que ya existen antecedentes y jurisprudencia que vale la pena repetir para alcanzar el poder. Tales son los casos de las marchas, paros y otras maniobras originales que hicieron posible que Evo Morales se catapulte al escenario de la política e inclusive llegue a la presidencia de la República.

Si bien, por un lado, ese procedimiento determina tan apetecibles efectos, otros métodos no menos novedosos también pueden servir para llegar a las cumbres del poder, entre ellos el terrorismo, los aventurerismos de derecha e izquierda, la demagogia desenfrenada, los discursos virulentos, etc. que, a su tiempo, también permitieron aciertos políticos y llegar al Gobierno para aplicar las ideas políticas cultivadas en los jardines de las prisiones y celdas carcelarias.

En el primer caso (las marchas), actualmente -según denuncia del mismo primer mandatario- estaría detrás del poder el dirigente de los TIPNIS, Adolfo Chávez, quien deseoso de tener triunfos políticos encabeza marchas indígenas y al parecer hasta proyecta formar un partido y candidatear para Presidente, con la seguridad, además, de que sustituirá al actual gobernante indígena en el cargo que ocupa eventualmente.

En cuanto al segundo caso (el terrorismo), no dejan de aparecer otros aventureros de la figuración política por medio de sistemas ya establecidos, como el terrorismo, conseguir la popularidad que produce estar en la cárcel y la publicidad que brinda esa situación en los medios de prensa. Esto se produciría en el caso de la denuncia a la hija de un ex embajador, hoy tras de rejas, quien repitiendo las técnicas ya señaladas, estaría camino de protagonizar significativos hechos políticos que, finalmente, la catapulten a los primeros planos de las luchas sociales del país.

Como conclusión se puede agregar que con tan magníficos métodos, para ser político descollante ya no se requiere las obligaciones tradicionales de estudiar primaria, secundaria, universidad, quemarse las pestañas leyendo textos de ciencia, escribir libros, dictar conferencias magistrales, organizar partidos políticos, esforzarse en actividades de oposición, correr los riesgos consiguientes, ni cosa parecida.

Sólo sería necesario (como prueba del éxito de los cambios) digitar marchas indígenas, dinamitar torres de electricidad, odiar los estudios, leer en las arrugas de los ancianos, detestar la Universidad, encabezar organismos corporativos, respaldarse en ideologías fundamentalistas, buscar apoyos foráneos y otros recursos no menos dudosos, que se han convertido en instrumentos infalibles para llegar al poder y triunfar en el proceso de cambio.