Muchos ciudadanos recolectan huesos de basurales para subsistir



Cientos de personas buscan la forma de sobrevivir a través de la recolección de huesos, materia prima que comercializan a una empresa que convierte el material en comida de mascotas y jabones. A pesar de que ganan sólo algunos centavos, muchas familias pueden sustentarse con esta labor que cada día realizan desde tempranas horas de la mañana en distintos mercados y zonas alteñas.

Son las 05:00 y la temperatura casi se encuentra a cero grados, como es costumbre antes del amanecer, Manuela Cusi se alista para salir a las calles de la ciudad de El Alto, prepara bolsos, aguayo y una vara improvisada de madera o metal de medio metro. Lleva puesta ropa abrigadora desgastada para contrarrestar las altas temperaturas; un sombrero para protegerse de las inclemencias del sol en el día y a veces una bolsa nylon de un metro para cubrirse en épocas de lluvia. Su trabajo consiste en recolectar huesos durante la jornada en basurales, restaurantes, etc.

Manuela padece de retraso mental, hoy a sus 35 años sólo puede dedicarse al reciclaje debido a que no puede encontrar trabajo en otro rubro.

“Ella es discapacitada, no puede trabajar, no le aceptan en los trabajos, además no habla mucho, es como muda. Su memoria no está bien”, señala melancólica su madre, Inés Santander, mientras descansa en una acera esperando que su hija termine de buscar entre los basurales.

Las fuerzas a Inés ya no le alcanzan más que para hablar y acompañar a su hija hasta donde la vida así se lo permita. A sus 80 años de edad, ella recuerda como años atrás buscaba alternativas de sobrevivencia, una de sus actividades era recolectar huesos de distintos lugares para luego venderlos a una empresa.

“Antes yo iba sola a recoger huesos a la calle, más o menos cuando tenía entre 60 y 70 años. Antes había más huesos y el kilo costaba entre 30 y 40 centavos, ahora el precio está en 50”, recuerda Inés y agrega que con el dinero que obtiene debe cubrir el gasto de los servicios básicos de su hogar.

El cansancio por la edad que atrapa el cuerpo de doña Inés, no es barrera para acompañar a su hija a vender los huesos y luego comprar enseres para la casa.

“En la semana no salgo yo, porque ya estoy muy anciana, sólo estoy en la casa pero salgo cuando hay que ir a vender y comprar algunas cosas para nuestro sustento. Las fuerzas ya no me dan”, asiente.

Como sucede en muchos casos, Inés se encuentra desamparada por sus hijos, el destino sólo le permitió estar al lado de una de sus hijas, la cual necesita ayuda social. “Tengo cinco hijos que se han olvidado de mi, ellos están en otra nación”, lamenta.

Juntas y a paso lento, Manuela e Inés, deben recorrer una distancia larga que para ellas significa muchas horas en el día. A las 05:00 salen de su hogar que se encuentra en la zona de Villa Adela y llegan a las 10:00 a Río Seco, lugar donde se encuentra una fábrica (SAMI SRL) donde venden esta materia prima para industrializarla y convertirla en distintos producto.

Según un boletín publicado por el Centro de Promoción de Tecnologías Sostenibles–CPTS, para esta empresa los huesos sirven para la elaboración de alimento balanceado para canes y gatos.

La empresa SAMI S.R.L. funciona 30 años reciclando huesos; el procedimiento que siguen es la mezcla, secado y cocción, con el hueso elaboran alimentos para animales y con la grasa elaboran jaboncillos y jabones.

La publicación también señala que “la relación con los vecinos no era buena debido a los malos olores que se generaba en la fabricación de harina de hueso”, es decir, los vecinos se molestaron hace un tiempo atrás por los olores que despachaba la empresa, lo cual era considerado contaminación para algunos; es por esta razón que en la actualidad la empresa sólo se convirtió en un centro de acopio que llevan a Cochabamba para su transformación, la elaboración de los productos tiene otro sitio.

Pese a todo, la fábrica es conocida por unos y desconocida por otros. Angélica Turbo, al enterarse de su presencia y de las funciones de compra y acopio de huesos vino en busca del lugar, preguntando llegó hasta encontrar su meta y comenta que el pago de los productos no es malo. “Yo he venido por primera vez vengo desde Ancoraimes, he traído del restaurante de mi hija. Me han dado jabones y me han pagado en efectivo”, aseguró.

“Ahora que conozco esta fábrica voy a guardar siempre los huesos. Hoy en día hay que valorar todo, hasta diez centavos. Es importante dedicarse a alguna actividad, por muy pequeña que sea, pero que sea de honradez. Yo animo a que cada joven y señorita valore lo que tiene en su casa”, recomendó.

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