[Jaime Martínez]

Democracia y libertad de prensa


La democracia es una forma de vida y un sistema de gobierno. Es una manera de vivir, en cuanto quien cree en ella se basa en la dignidad de ser humano; en la calidad de estar dotado de facultades psíquicas: inteligencia, sensibilidad, memoria, voluntad, y en poseer espíritu: libertad y trascendencia. En suma, afirmar que se es hijo de Dios, quien le ha regalado esos dones, y en sentirse hermano del hombre de todas las razas; en considerarse limitado, imperfecto, falible. En respetar la dignidad del otro, del vecino, del contrincante político y de todo ser humano.

Por lo tanto toda opinión está sujeta a la crítica, para la enmienda, con el derecho a la respuesta para aclarar enfoques o puntos de vista, etc. y es una forma de gobierno basado en la libertad, garantizada mediante derechos constitucionales, que limitan el campo de acción del otro, cuando una persona tiende a avasallar al prójimo, velando de esta manera por el equilibrio de la sociedad.

Se fundamenta en la libre elección de la autoridad mediante comicios transparentes y sujetos al control del ciudadano; en ser gobernado por poderes independientes, que administren las políticas de Estado y la del partido gobernante; la legislación que ha regir para el buen y equilibrado funcionamiento de los derechos personales y públicos; en garantizar la justicia mediante el cumplimiento de las leyes, con jueces probos y honrados, que las cumplan y las hagan cumplir; poderes interconectados entre sí y sujetos al control recíproco, para evitar el abuso del Estado, o del más fuerte, a la persona.

Por lo tanto, la libertad de conciencia y de opinión son centrales en esta forma de gobierno, porque para poder elegir autoridades es necesario tener los elementos de juicio que permitan al elector optar por el más idóneo, tanto ideológica como administrativamente, puesto que con ese acto se está entregando al gobernante las aspiraciones de bienestar y progreso, tanto personales como de los hijos.

El periodismo libre y no sujeto a presiones, sea escrito u oral, juega un importante rol en el funcionamiento de la democracia, porque difunde la información de cuanto sucede en el país y el mundo, para que la persona se forme un criterio acerca del medio en el que se mueve, y vea la calidad de las autoridades y políticos que tiene, criticándolos en su fuero interno y pesando la posibilidad de elegirlos o no, cuando haya elecciones presidenciales, de Gobernador u otras.

De ahí que los gobiernos totalitarios quieran someter a la prensa a un estricto control ideológico y del contenido de la información, para poner anteojeras en la gente, permitiéndoles hacerles creer que se encuentran en el mejor de los mundos, mediante la propaganda hábilmente manipulada para conducir a la opinión pública por los caminos que ellos han escogido, y que, siempre, son los de perpetuarse en el Poder, como sucedió en el proyecto hitleriano del Reich de los mil años, o del socialismo stalinista, mirado como la nueva y definitiva forma de la historia, cuando el partido profundizara la revolución. Proyectos que, felizmente, han fracasado, porque van contra el hombre integral.

Los intentos del Gobierno nacional para someter a la prensa, bien sea mediante una ley mordaza, o llevando a juicio penal a los periodistas que, según criterio subjetivo de las autoridades, hayan difundido una información falsa o tergiversada, como sucede con la acusación a la Agencia Fides, EL DIARIO, o Página siete, ¿van por ese camino? ¿Se quiere encarcelar a periodistas y acallar a los medios de información mediante el terror judicializado? ¿El Gobierno se ha dado cuenta de que si esto sucediera, la gente acudiría a la prensa clandestina?

La información mediante el rumor o la publicación panfletaria de “noticias,” irresponsable y anónimamente difundidas, puede ser una poderosa arma para provocar la caída del régimen, como ha sucedido en muchas partes. Espero que la racionalidad y el respeto a las leyes se impongan, para bien de todos.

El autor es miembro de la Academia Boliviana de la Lengua, correspondiente de la Real Española.

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