Crímenes famosos

Dulce veneno

La bella Annie preparó un postre especial para Alex


Por Max Haines

La policía es la encargada de abrir y cerrar los ca-sos. Pero a veces los jurados no opinan lo mismo. Seguramente Annie Simpson fue culpable de homicidio. Eso fue lo que pensaron los buenos ciudadanos de Faye-tteville, Carolina del Norte, en 1850. Eso fue lo que pensó la policía. De hecho, todos pensaban lo mismo, menos Annie Simpson.

Los antiguos registros indi-can que Annie era la mucha-cha más bella del pueblo cuando se casó con Alexander Simpson a la temprana edad de 16 años. Tenía el pelo aza-bache, ojos grandes castaños y una figura espectacular.

Alex era harina de otro cos-tal. A los 30 años, era dueño de una exitosa empresa que fabricaba carros. Físicamente, era muy parecido a Ichabod Crane: su cuello era demasiado largo, al igual que su nariz.

Había más, Alex definitivamente no era el tipo de hombre robusto. Usaba suéteres amplios para protegerse de los enfriamien-tos, de los que se quejaba con frecuencia, a pesar de que la temperatura rondaba en los 26 grados. Alex también sufría de un sarpullido muy molesto, que si bien él no lo sabía, podría haber sido psoriasis. En algu-nas ocasiones, el sarpullido llegaba a cu-brirle casi todo el cuerpo. Al rascarse, ge-neralmente sangraba, Alex no era exacta- mente un hombre atractivo.

A pesar de no ser un hipocondríaco dedi-cado, Alex guardaba toda clase de reme-dios tanto en su casa como en la fábrica para defen-

derse de estas picazo-

nes tan dolorosas y molestas. También te-nía frascos de lociones y ungüentos para tratar el sarpullido escamoso.

El padre de Annie murió cuando ella era un bebé. Su madre siempre alojaba a la gente para poder cubrir las necesidades básicas del hogar. Esto podría en parte, explicar la prisa de Annie por casarse y por disfrutar de la cómoda casa que le ofrecía el poco apuesto Alex. A pesar de todo, lo cierto es que Alex y Annie vivieron en ar-monía tres años. Sin embargo, sus vidas no escaparon de la tragedia. Annie tuvo dos niñas que fallecieron de muy peque-ñas.

Los días pasaban muy lentamente para Annie. Aún tenía 19 años. Alex había he-cho todo lo que estaba a su alcance. Su querida esposa tenía tres sirvientes a su disposición. Para animar la casa, Alex ha-bía hablado con dos de sus empleados, Sam Smith y Al Whitfield, para que se hos-pedaran en su amplia y cómoda casa.

Nancy Register, una costurera, visitaba la casa todos los días para remodelar la ropa vieja de Annie y convertirla en nueva.

Bueno, con tres sirvientes encargados de la comida y la limpieza, Sam y Al encar-gados de alegrar las comidas, y Nancy a cargo de los arreglos de costura, cualquie-ra pensaría que Annie, vivía como una reina. Bueno, se equivocan.

Esto se descubrió, un día en el que Annie levantó un papel de la mesa de la sala y se lo leyó en voz alta a Nancy: “Ann, una vez pensé que me amabas, pero ahora tengo razones para sospechar que prefieres a otro. Por el bien de nuestros amigos, pue-des quedarte en casa pero deberás ocu-parte de tu ropa. Prepara una cama para mí arriba para mañana. Ya no puedes se-guir siendo mi esposa”. La nota estaba firmada por “Alex”.

Nancy esperaba que Annie se pusiera a llorar o al menos demostrar algún senti-miento al recibir la nota. Nada de eso. Annie pensó en voz alta: “Se enteró de lo de James”.

Nancy se sorprendió. Se esmeró para darle un sabio consejo: “Va a ser mejor que no lo vuelvas a ver, Sra. Simpson, los ma-ridos son conocidos por matar a los aman-tes de sus esposas”. Annie arrojó la nota al fuego y dijo: “Sabe que no le conviene”. Luego, Annie y Nancy tuvieron una charla profunda. Annie se sinceró. Era cierto, había tenido un amante durante años. Se había casado con Alex y con su sarpullido a cambio de una casa cómoda y seguridad, pero jamás por amor.

Las cosas no anduvieron bien en la casa de los Simpson durante las siguientes se-manas. Annie y Alex discutían constante-mente.

El 3 de noviembre de 1850, Annie se dirigió a la farmacia de Samuel Hinsdale y tuvo una charla con el empleado James M. Smith, Annie le dijo que quería eliminar unas ratas desagradables. Smth le sugirió que usara arsénico, que eso las eliminaría por completo. Annie estuvo de acuerdo y dejó el negocio llevándose una buena can-tidad de este polvo mortal.

Cuatro días más tarde, el miércoles 7 de noviembre, Annie presidió la mesa de la cena. Estaban presentes, Sam Smith, Al Whitfield y Alex. De postre, Annie trajo una receta suya hecha con vino, especias y crema batida. Sabiendo que los dos invita-dos eran abstemios, Annie preparó sólo dos platos, aquella noche, uno para ella y el otro para Alex. Su esposo se comió el suyo y le pidió una segunda porción. Annie le explicó que había hecho solamente dos porciones pero que de todas formas podría darle la suya, Alex se la devoró.

Después de la cena todos bebieron café. El ambiente se tornó un tanto tenso cuan-do, Annie leyó la borra del café de su espo-so como si fuera una vidente. Mientras miraba fijamente la borra del café dijo: “Veo un lecho de enfermo, un ataúd y una calle oscura embarrada con muchas nubes alrededor”. Luego, miró fijamente a su es-poso y le dijo: “Sabes, mi amor, una vez me leyeron el futuro, me dijeron que me casa-ría contigo, que tendría dos hijos que mori-rían y que después morirías tu”.

A Alex no le divertía esta historia. Se le-vantó de la mesa quejándose de no sen-tirse muy bien. Nadie se preocupó dema-siado. Era normal que Alex se levantara de la mesa diciendo que estaba enfermo. Esta noche era diferente, Alex sufrió dolores toda la noche. El jueves por la mañana Annie fue a buscar al Dr. William P. Mallett, quien le recetó unas píldoras para un típico dolor de estómago. Se retiró y volvió a la tarde para encontrar con que su paciente empeoraba. Le recetó morfina.

Alex sufrió un dolor atroz durante todo el día. Aquella noche llamaron al Dr. Mallett y a un colega, el Dr. Benjamin Robinson. Encontraron al paciente en un sudor frío, murmurando que se moría. De pronto, mientras el Dr. Robinson, el Dr. Mallett , Sam Smith y Annie observaban, Alex fijó su mirada en la pared y dijo: “Oh Señor, ten piedad de mí”. Aquellas fueron sus últimas palabras. Pasó a un estado de coma y pronto falleció.

Una autopsia demostró que Alex había sido envenenado con arsénico. El jurado en primera instancia recomendó que se in-terrogara a Annie acerca de su vinculación en la muerte de su esposo. El interrogato-rio que siguió terminó con la imputación del delito de homicidio a Annie.

En el momento en que las autoridades intentaron localizar a Annie, ésta ya se ha-bía fugado. Se había ido a la Habana, para volver al año siguiente diciendo que se había ido para no pasar esos meses en la cárcel. Ahora, solicitaba un juicio rápido. El Estado de Carolina del Norte se lo conce-dió.

Annie se declaró inocente. La fiscalía consideró el caso no contestatario. Annie tenía motivos para querer deshacerse de su esposo. Efectivamente había comprado arsénico, el empleado Smith la reconoció desde el estrado de los testigos. Pensaba, probablemente tuvo la oportunidad de co-locar arsénico en el postre de su esposo, y Sam Smith y Al Witfield también estaban allí.

Los abogados defensores de Annie no sostuvieron los mismo. Alex muy turbado por la infidelidad de su esposa, había co-metido suicidio. Annie había comprado arsénico, pero para exterminar las ratas como tan claramente había dicho.

No se puede confiar en un jurado: Decla-ró inocente Annie. Salió del tribunal como una mujer libre, y como si esto fuera poco, heredó la fortuna de Alex.

¿Pudo Annie salirse con la suya? La res-puesta a esta pregunta puede encontrarse dos años más tarde, cuando Annie fue declarada culpable del homicidio de su segundo esposo en St. Paul, Minneapolis. Parece ser que volvió a colocar arsénico en el postre.

La suerte de Annie se había terminado. Esta vez fue colgada por su delito.

 
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