[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Procesos políticos ininterrumpidos


El vicepresidente Álvaro García ofreció una prueba de realismo político en la conferencia de prensa que dio cuando estaba en el ejercicio de la Presidencia, en ausencia de Evo Morales, el martes último, al estimar que el triunfo de Mauricio Macri era un retroceso para Argentina.

Está claro -dijo- que la elección argentina marca un retroceso para los gobiernos progresistas y revolucionarios del continente, que caracterizaron la situación política regional de los últimos 13 años. Y añadió que “es una de las muchas batallas que hay que continuarlas dando”.

Con ello, está admitiendo que el prorroguismo en el poder no siempre es posible, aunque considera que cuando se produce una derrota no hay que bajar los brazos, sino seguir luchando por la causa que se abraza.

García, sin embargo, fue mucho más ilustrativo, al expresar que los procesos revolucionarios “no son procesos ascendentes ininterrumpidamente, son procesos por oleadas, avanzan, retroceden, vuelven a avanzar, se detienen, retroceden y vuelven a avanzar”.

Estas puntualizaciones pueden ser, en consecuencia, aplicables en Bolivia. El actual régimen de gobierno pretende extenderse por otro período constitucional, para lo que requiere que se introduzca una modificación en la Constitución Política del Estado (CPE). Esta es la finalidad del referéndum convocado para el 21 de febrero del año próximo.

Implícitamente, es factible; García no deja de tener en cuenta que el resultado de esta consulta pueda ser adverso a los planes del oficialismo, desde el momento en que existen todas aquellas opciones por experimentar.

De su parte, Morales, a tiempo de anunciar su activa participación en la campaña por su re-repostulación, como explicación absolutamente personal, dijo que “aún tiene fuerzas para mantenerse en la Presidencia”. Con esta actitud tan personalista, no está tomando en cuenta el sentir del pueblo boliviano, sino el suyo referido a sus condiciones físicas.

En forma adicional, supone que los únicos que tienen derecho a decidir la suerte del país son los movimientos sociales, pero sucede que la conducción de éstos se halla cooptado por su gobierno. Entonces, se limita a tomar sus decisiones exclusivamente por cuenta propia.

No ve que más allá de los movimientos sociales, que él los tiene a su merced, existe una sociedad mucho más amplia y experimentada con lo que acontece en el país. Por tanto, a este segmento de la población no lo tiene en cuenta y con ello no toma en cuenta los dos últimos resultados electorales para resolver su re-postulación en función de sólo sus condiciones físicas.

En la elección presidencial de octubre de 2014 y en la consulta regional de marzo de 2015, corresponde anotar que el oficialismo perdió en La Paz, que es nada menos que la capital política del país. Y en la regional, en rigor de verdad, los candidatos oficialistas perdieron en cinco de los nueve departamentos.

Cuando se es político y, con mayor razón en el caso de estar al mando del país, resulta estrictamente voluntarista -personal- el pretender seguir ejerciendo el poder por otra gestión gubernamental más.

En este orden, es muy válida la concepción que tiene el Vicepresidente, en el sentido de que los procesos “revolucionarios” no pueden ser ininterruptibles.

Morales, en este sentido, tiene siempre la posibilidad de volver al poder, cuando termine su actual gestión, en 2019, sometiéndose al veredicto de las urnas, desde el llano. En esta eventualidad, si continúa gozando del apoyo de los movimientos sociales, su nueva gestión tendrá el aval necesario para proseguir con su “proceso de cambio”.

Actuar de forma inversa, es decir, volver a una nueva reelección teniendo todo el poder en sus manos, es en lo personal un acto de soberbia y en lo político es anticonstitucional, por tanto es completamente antidemocrático.

Sea para bien o mal, la actual presidenta de Argentina fue más sensible al sentir ciudadano y no forzó una reelección. Desde la óptica de sus intereses políticos, el resultado electoral, que no fue favorable a su candidato, puede ser efectivamente un retroceso, como dice el vicepresidente García, pero su autoridad política en Argentina la conserva, que es lo que sucedería con Morales, cuando en 2019 termine su actual gestión.

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