[Luis Antezana]

Venezuela

De la alienación socialista a una revolución democrática


Como efecto de una profunda crisis económica, la república venezolana -cuyo gobierno proclamó realizar el socialismo- acaba de registrar un suceso político-electoral de profundas características y que podrá devenir en acontecimientos de extraordinaria importancia no sólo para ese país sino para todos de América Latina.

La catastrófica situación general a que llegó Venezuela se caracterizó por la desorientación histórica provocada por la absurda ideología populista, la misma que originó que el gobierno “chavista” creyese que iba a “quemar” la etapa capitalista y, enseguida, establecer el régimen socialista sobre el agotado sistema comunitario ancestral. Es más, para aplicar esa ideología antihistórica se practicó el despilfarro, corrupción, desorden, anarquía, el bonapartismo y toda clase de recursos antidemocráticos y todo a título de socialismo, “revolución bolivariana” y otras lindezas.

Ese proceso duró casi 15 años y determinó que Venezuela quedase más destruida que por los huracanes del Caribe o una guerra de tierra arrasada. No dejó piedra sobre piedra. Los gobiernos que pasaron durante ese tiempo fueron tan incapaces que, alienados por la falta de perspectiva histórica y atiborrados de dogmatismo, no pudieron ni siquiera realizar una elemental revolución democrático-burguesa y construir una Nación.

Ese grave estado de cosas originó la reacción popular electoral del 6 de diciembre pasado que, en realidad, constituyó un golpe de Estado o más propiamente una insurrección popular sin armas, que es la forma cómo los pueblos se reorientan en su desarrollo histórico. No fue necesaria una acción de fuerza de tipo tradicional en vista de la madurez del espíritu popular venezolano.

El golpe electoral triunfante establecerá -según sus promotores- a corto plazo un gobierno provisional revolucionario propiamente dicho, que se encargará de encauzar la marcha histórica venezolana por su verdadero camino y hacia sus objetivos propios o sea la Nación y la Democracia, dictando de inmediato disposiciones de urgencia y dando así curso a las demandas populares largamente contenidas y deliberadamente desviadas por corrientes de extrema derecha e izquierda.

En ese sentido, la fuerza progresista triunfante ha anticipado que procederá, entre otras medidas inmediatas, a convocar a una Asamblea Constituyente con poderes supremos, que dicte una nueva Constitución destinada a retomar y canalizar un proceso democrático y nacional que llegue hasta sus máximos niveles y remonte el acontecer corrigiendo los errores y dejando lo que pudo ser positivo, por poco que fuera. De otra forma, de nada valdría una restauración de los viejos sistemas que pongan los cimientos para el retorno del caos y deje intactas las banderas del aventurerismo.

Una revolución democrática y nacional en sustitución de un régimen populista colonial, antidemocrático y anti socialista se ha puesto al parecer en el orden del día de la vida política venezolana, según anticipan sus protagonistas. Al mismo tiempo anuncian un programa inmediato de acción tanto para sepultar el pasado como para abrir los amplios caminos al futuro. No puede ser, por tanto, traicionado un proceso histórico frenado durante decenios y desviado de manera irresponsable por los profetas de la falsa izquierda que hicieron que ese pueblo sufra en una de las derrotas más catastróficas de su historia y tendieron la cama para una restauración del pasado.

Finalmente, el aparatoso derrumbe del sistema “socialista” venezolano ha completado el colapso del bloque partidario latinoamericano que no sabía de dónde venía ni a dónde iba; si iba a la derecha o a la izquierda, si miraba adelante o hacia atrás y estaba anclado en una economía plural en la que todos se agarraban de los pelos y finalmente perdieron las facultades del criterio, la ética y aun la estética.

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