El ocaso del socialismo del Siglo XXI

Hernán Maldonado

Brian Latell, en su libro “Los secretos de Fidel Castro”, recoge testimonios de connotados ex agentes de los servicios de inteligencia cubanos (G2) sobre las artimañas de las que por años se valió el barbudo dictador para captar a potenciales títeres de su causa.

Entre ellos, según confirmó en minuciosa investigación la periodista venezolana Thais Peñalver, estuvo Hugo Chávez, el militarote que se aprovechó de un frustrado golpe de Estado, que él no organizó, pero del que se sirvió para alcanzar el poder mediante el voto.

Castro, que prometió en los años 60 convertir la Cordillera de Los Andes en una Sierra Maestra, apoyó materialmente los movimientos guerrilleros que buscaron derribar los gobiernos democráticos de entonces. Los guerrilleros lo que consiguieron fue el advenimiento de regímenes militares de triste recordación.

El “Chacal del Caribe”, así lo llamaba el presidente venezolano Rómulo Betancourt, no se dio por vencido y acudió al chantaje. Prometió a gobernantes de varios países no organizarles movimientos guerrilleros, con tal de que ellos lo dejaran seguir gobernando Cuba como su hacienda particular.

El multimillonario soporte económico ruso acabó con la caída de la Unión Soviética, pero ya para entonces Castro impulsó la formación de cuadros que eventualmente capturarían el poder en sus países por la vía democrática. Por ejemplo hay fotos de Nicolás Maduro, el actual sátrapa venezolano, en cursos de adoctrinamiento en Cuba.

Chávez, un resentido social (criado mayormente por la abuela) que dentro de las fuerzas armadas pasaba sin pena ni gloria, según la investigación de Peñalver, surgió como el “salvador” ante el desgaste político de la social democracia y el social cristianismo que por 40 años construyeron la democracia venezolana moderna.

Fue elegido presidente en 1999 y el 2002 las multitudes lo hicieron renunciar, pero torpezas de la oposición y la cobardía de los militares que le volvieron la espalda, anularon la renuncia y a los 2 días volvió Chávez al poder.

El apoyo de Castro a la “revolución bolivariana” dejó la clandestinidad. Miles de asesores cubanos (El ex embajador Diego Arria calcula que todavía hay aún unos 60.000) llegaron a Venezuela como médicos, entrenadores deportivos, agentes de seguridad, paramilitares.

Chávez empezó a hablar de la construcción del “socialismo del Siglo XXI”, que nunca explicó en qué consiste. El precio del petróleo de $12 subió escandalosamente (Hubo un año en que se acercó a los $150 por barril) y el “socialista” con chorros de dólares compró lealtades a manos llenas.

Tan fuerte fue su influencia que Chávez impuso como secretario general de la OEA a José Miguel Insulza, un títere suyo que no hizo nada en la descarada injerencia chavista en los asuntos internos de Honduras, Paraguay, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Abiertamente financió la campaña electoral de Cristina Kirchner en Argentina. El brasileño Lula lo apadrinó con sus satélites del Foro de Sao Paulo.

Lamentablemente para los Castro, Chávez se murió el 2013, pero lo peor es que los precios del petróleo bajaron en un 60 por ciento. Venezuela, que con Chávez vivía de las importaciones hasta de productos básicos, empezó a padecer, hasta hoy mismo, de una brutal escasez de alimentos, medicinas y auge de la delincuencia. El “socialismo” chavista no era sino dinero contante y sonante.

Como ya no hay vaca que ordeñar, los Castro (para no someter a su pueblo de vuelta al Periodo Especial tras la caída de la URSS), han volcado sus ojos al “maldito imperio”. Esta semana recibieron en alfombra roja a Barack Obama, clara demostración de que el socialismo del Siglo XXI entró definitivamente en su ocaso. Amanecerá y veremos.

El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.

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