Cambio de la relación de fuerza

Viendo con objetividad el desarrollo político del país en el año que terminó, se constata que no fueron protagonistas las maniobras de la oposición partidaria, sino el enfrentamiento de fuerzas antagónicas en una nueva relación de fuerzas sociales que se enfrentan a diario con creciente intensidad.

Esa realidad que se expresa en diversas formas, se ha ido manifestando con claros indicios durante todo el año 2016. En efecto, desde enero se observó el enfrentamiento de fuerzas sociales en nivel antagónico. Solo faltaba la chispa para que el choque final de esas corrientes produzca un efecto contundente.

Efectivamente, un incidente de mínima cuantía produjo un resultado ya previsto: el caso Zapata-CAMC que solo fue la gota de agua que precipitó la derrota del oficialismo en el referéndum de febrero, el mismo que cortó en redondo el proyecto oficialista de eternizarse en el poder. Ese hecho significó que, de todas maneras, con o sin el caso Zapata la fórmula NO vencería a la del SÍ. Decir lo contrario es como el cojo que echa la culpa al empedrado.

El resultado del referéndum de febrero lo único que hizo, en realidad, fue confirmar el cambio de la relación de fuerzas políticas en el país. Los fuertes resultaron débiles y viceversa, relación que se profundizó con una sucesión de hechos ocurridos durante el año. A ese fracaso oficial siguió una cadena de desastres que culminaron con la crisis del agua, la tragedia del avión de LaMia, las cooperativas mineras, la sequía, la rodilla del Presidente, la corrupción en todo nivel, el caso del Fondo Indígena, el paro de los discapacitados, de gremiales, etc. A ese panorama se sumaron el derrumbe del “socialismo Siglo XXI”, la muerte de Fidel Castro, la caída de las señoras Cristina Kirchner y Dilma Rousseff, el colapso de Nicolás Maduro, el triunfo de Donald Trump, la salida de Gran Bretaña del Mercado Común Europeo…

El nuevo año muestra para Bolivia un escenario en absoluto distinto al de hace una década. Es preciso recalcar que ello no se debe al capricho de partidos o personas sino a la realidad del desarrollo histórico y que es independiente de voluntades individuales que defienden puntos de vista sin tener en cuenta la nueva relación de fuerzas interna y externa, que se acentúa a diario en busca de soluciones pacíficas, aunque voces destempladas quieren eternizar el pasado con provocaciones irracionales, como desconocer la voluntad del pueblo expresada en plebiscitos como el de febrero pasado.

Es preciso no perder la perspectiva histórica, mantener la serenidad ante los avatares del destino y, en particular, no perder la cabeza en momentos en que la tempestad arrecia y hace que el destino ciegue a los gobernantes cuando quiere perderlos.