[Hernán Zeballos]

Entre teoría y realidad


Como corresponde a un investigador serio, Rolando Morales Anaya no se queda en la simple presentación de un modelo de desarrollo abstracto, sino analiza el caso boliviano desde esos diferentes ángulos que el complejo político-social-institucional de nuestro país encara frente a la tarea de lograr el desarrollo.

Dentro de los límites que la extensión de esta columna impone, rescataré algunas de sus conclusiones principales.

En primer lugar el comportamiento del sector real de la economía en el periodo 1950-2015. A lo largo de ese período, nos comenta: i) El lento crecimiento de la economía, ii) Crecimientos negativos en buena parte de las décadas del cincuenta y el ochenta, iii) Un período de crecimiento relativamente bueno entre las décadas sesenta y setenta, iv) Crecimientos modestos a partir del año 1987, v) repunte del crecimiento en el tercer quinquenio del Siglo XXI.

El trasfondo de ese comportamiento: entre 1951-1960, el bajo crecimiento es atribuible a la conmoción que significó la transformación del país como resultado de la puesta en marcha de la Ley de Reforma Agraria, la cual, sin duda, por el cambio en todo el sistema de propiedad agraria y la eliminación de la virtual servidumbre en el campo, creó una periodo en que todo el proceso productivo agropecuario sufrió un trastorno. A lo anterior hay que añadir la nacionalización de las minas, seguida de un boicot internacional a las exportaciones, a lo cual se agregó un proceso inflacionario que tuvo impactos en la economía y en la respuesta social a ese fenómeno.

Entre 1961-78, consolidadas en gran medida las medidas anteriores, la economía experimenta tasas de crecimiento promedio del 5,5%. En ese periodo se tuvo la influencia teórica de la Cepal que difundió el modelo económico de “sustitución de importaciones”, que se caracterizó por: i) inversiones públicas importantes en el sector productivo, ii) control del comercio exterior, iii) control de cambios en algunos periodos, iv) apoyo económico y político de protección para el sector privado.

El periodo 1979-86 fue malo para la economía boliviana. Fue un periodo de caída de los precios internacionales de exportación (vale la pena comparar con la que está sucediendo en los últimos tres años), lo cual provocó catastróficos efectos del alza de las tasas de interés de la deuda externa y de las modificaciones de las condiciones de endeudamiento. Todo lo anterior condujo a una fuerte recesión acompañada de importantes tasas de inflación.

El periodo 1987-2008 se caracterizó por la vigencia de muchos de los consejos del Consenso de Washington, dando como resultado en Bolivia y en otros países latinoamericanos, un crecimiento moderado acompañado de tasas de inflación reducidas.

Entre los años 2010 y 2014 se experimentó la extraordinaria alza de precios de las materias primas y commodities que beneficiaron al país de una manera muy clara, como nunca antes en su historia económica, logrando un ritmo de crecimiento de 5,3%. A partir de 2014, los precios de nuestros productos de exportación nuevamente caen e inciden en el bajón de la economía boliviana.

Morales resume la enseñanza de este periodo en torno a nuestra economía: i) Fenómenos climáticos que inciden fuertemente en el sector agropecuario (lo estamos viviendo nuevamente), ii) Volatilidad de los precios de las exportaciones (seguimos siendo productores primarios), iii) La desigualdad de ingresos y oportunidades que provoca mala asignación de los recursos, iv) Volatilidad de los marcos jurídicos, v) Escasa formación de capital humano acompañado de reducido progreso técnico, vi) Poco esfuerzo para desarrollar el capital social, consolidar la cohesión social y conformar consensos (se vive en estos días los ataques y condena a Leopoldo Fernandez, Ernesto Suárez y otros), vii) Pese a un emotivo discurso sobre la “pachamama” hay reducida atención a preservar el medio ambiente, cuyo mayor ejemplo son las, en promedio, 350.000 Ha de desbosque por año.

Resulta evidente que Bolivia no logra salir de su carácter primario exportador y la presencia periódica de caudillos que se creen insustituibles y convierten en enemigos a aquellos que no siguen su línea de pensamiento.

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