[Flavio Machicado]

Relocalización, capitalización, déficit: ¿otra vez?


En el concepto de “eterno retorno” de Nietzsche, los mismos acontecimientos se repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. En Bolivia también la historia se repite, o vuelve a darse, aunque nunca de la misma forma, debido a que el escenario, sea éste social, económico o político, siempre cambia de manera imperceptible o de forma brusca.

Desde que la humanidad tiene un conocimiento moral de su historia, resulta incomprensible y paradójico que hayamos podido convivir con un sistema esclavista y feudal por alrededor de 1.000 años. Si bien las construcciones sociales, políticas y económicas tienen una explicación de carácter científico o académico, no solo hay que tomarlas en cuenta como una simple constatación de los dolores de parto de la civilización, sino que también hay que considerar estos hechos como parte de las lecciones importantes en el proceso de construcción que nos corresponde implementar, para desarrollar condiciones de libertad, justicia y desarrollo con mayor acierto, o por lo menos con menores equivocaciones.

Lamentablemente, muchas veces los hechos del pasado solo sirven para criticar y no para alertar a las personas que viven en ese momento, a fin de que puedan aquilatar los riesgos y ver las oportunidades que existen para el desarrollo de nuevos procesos que signifiquen avances positivos, estableciendo nuevas estructuras productivas y sociales que sean útiles y sostenibles en el tiempo.

Es cierto que muchas veces, como en los casos mencionados, para mantener el poder y el dominio público es más conveniente fomentar la mentira y la ignorancia, o crear expectativas falsas, recurriendo a los “espejismos”, al lavado del celebro e inclusive a la represión sin medir las consecuencias en el largo plazo.

La historia de la relocalización en la minería estatal (eufemismo de despido) tiene su explicación y consecuencias que hay que evaluarlas no solo por lo que ocurrió en aquel momento sino, particularmente, por posibles repercusiones en el futuro y por qué no decirlo, en el presente. En efecto, en aquel entonces la minería estatal finalmente colapsó económicamente, producto de la mala gestión administrativa, que comprende a todos los niveles y de los precios que bajaron radicalmente, pero especialmente por la falta de recursos y carencia de fuentes de financiamiento alternativos.

Los recursos financieros fueron agotados en exceso, por la abusiva apropiación del excedente que realiza la “burguesía burocrática” en el corto plazo, donde no está ausente la corrupción, ya que esta burguesía política, por definición, carece de una visión de largo plazo por la preeminencia de los ciclos electorales (o naturaleza efímera de los cargos) que rige en el nombramiento de sus principales ejecutivos, donde también los trabajadores (sindicatos), empresarios proveedores y los propios políticos tienen su participación, por no decir “tajada”.

Los “relocalizados” mineros que pensaban vivir de sus rentas, con los beneficios sociales extras que recibieron, finalmente fueron estafados, terminando en la marginalidad social en diversas partes del país. Los que se fueron a sembrar coca en el Chapare resultaron más beneficiados, especialmente en la presente coyuntura, donde debido a su formación política se constituyeron en un importante bastión social e ideológico del actual gobierno.

Pero como el fenómeno de mala gestión y falta de recursos se fue generalizando, los cimientos de la economía pública y del Capitalismo de Estado se fueron erosionando, al extremo de requerir una terapia de fondo. Al margen que no existía la posibilidad de obtener créditos externos, dada la política impuesta por el llamado Consenso de Washington, la globalización de la economía demandaba mayor competitividad, que solo era posible con mayor capacidad de gestión, innovación tecnológica y amplia disponibilidad de capital de riesgo, que obviamente no existía en el país, menos en el sector público.

De ahí que se buscó la capitalización de las empresas públicas como una forma de preservar el patrimonio del Estado en manos bolivianas, aunque artificialmente, ya que de nada sirvió la transferencia que se hizo a los ciudadanos que eran mayores de edad en ese momento, tampoco se transnacionalizó la economía, que era la que tenía los requisitos mencionados, volviendo rápidamente a un nuevo Capitalismo de Estado sin corregir los vicios conocidos del pasado.

Finalmente, la sombra del déficit fiscal y del comercio exterior también estaba presente, con mayores problemas que ahora. En aquel entonces no se contaba (como ahora) con dos tercios de las reservas internacionales que logramos acumular en la época de bonanza y despilfarro, las cuales corren el peligro de extinguirse, con el agravante de que nuestro principal producto de exportación ya no tiene perspectivas en el largo plazo.

El problema es tanto el déficit Fiscal como el déficit en la Balanza Comercial, que pueden forzar a cambios radicales en otras áreas de la economía, para lo cual no estamos preparados, lo que puede dar lugar a que se repitan los escenarios del pasado, cuando con la abundancia que tuvimos quizás pudimos construir una estructura económica, social y política más adecuada para hacer frente al futuro. En otras palabras, después de la nacionalización (que se hace rapidito y bien fácil) vendrá el momento de capitalizar de nuevo a un sector público dilapidado, una vez más.

El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.

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