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Cactus que da verdor a zonas áridas


Al igual que los conquistadores españoles desconfiaron en su día del cactus o nopal de los aztecas, esta “monstruosa” planta originaria de México sigue estando infravalorada a pesar de su potencial en las zonas áridas del planeta.

Ya sintió extrañeza por el cactus el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo cuando en el siglo XVI lo dibujó en su libro “Historia general y natural de las Indias”, sin tener claro si eso era un árbol o uno de los más aterradores “monstruos entre los árboles”.

Una reciente publicación sobre su cultivo recuerda que los españoles sospechaban al principio de la cultura de los pueblos que habían conquistado, mirando sus hábitos culinarios con extrema cautela.

Tuvieron que pasar siglos antes de que se superaran los recelos y el higo chumbo, también llamado fruto del nopal o tuna, se apreciara en distintas partes del mundo.

Actualmente, la planta se cultiva en más de 20 países. En Iberoamérica, además de México, Brasil, Argentina, Chile, Perú y hasta Bolivia tienen posibilidades de aumentar su producción con la debida tecnología, asegura a Efe la profesora de la Universidad de Chile Carmen Sáenz.

La experta, que fue ponente esta semana en un seminario en Roma, destaca que el uso del cactus puede beneficiar a muchos agricultores pobres en las zonas áridas y semiáridas, que representan el 41% de toda la superficie terrestre.

“Incluso aquellos pequeños productores que apenas tienen tres horas de electricidad al día pueden utilizar los pocos recursos a su alcance”, sostiene Sáenz.

Solo con el sol es posible deshidratar las pulpas de la tuna, eliminando las semillas, para conservar ese alimento rico en agua, fibra, azúcares y vitaminas. A su gusto y textura se añade el color, pues sirve de colorante natural en postres, salsas y jaleas.

La misma cochinilla, que vive en la tuna, suelta un pigmento carmín. Perú es el mayor productor de ese insecto para colorante –en sustitución de los artificiales– pero, al ser una peste de la planta, “hay que manejarla con cuidado”, afirma la profesora chilena.

De México proceden los nopalitos, que no son otra cosa que las paletas tiernas y delgadas del nopal que, como explica Sáenz, “no tienen espinas, se pelan fácilmente y se consumen como verdura”. Cocidos y cortados en tiras, se mantienen igualmente en salmuera o vinagre.

En el noreste de Brasil, la producción de cactus abarca una extensión de 500.000 hectáreas, principalmente para piensos, según el experto José Dubeux, de la Universidad de Florida (Estados Unidos), que sostiene que aún hay margen para ampliar su productividad, tanto en fincas grandes como pequeñas.

Para ello, sugiere adoptar nuevas variedades resistentes a las plagas, utilizar la maquinaria adecuada, combinar las chumberas con otros cultivos como el maíz y saber cómo tratar las especies invasivas.

Tras su extensión a ambos lados del Mediterráneo, África, Asia y Oceanía, el cactus todavía no acaba de verse con buenos ojos.

El coordinador del Centro Internacional para las Investigaciones Agrícolas en las Zonas Áridas (Icarda), Mounir Louhaichi, comenta que, de visita a Afganistán, se encontró con personas que se negaban a plantarlo por miedo a sus espinas y a la posibilidad de que les transmitiera enfermedades.

Una falta de conocimiento que frena su cultivo “en áreas marginales donde hay menos recursos por los que competir”, apunta.

Hans Dreyer, especialista de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), subraya la “versatilidad” de esa planta “desatendida, pero de un potencial enorme”, ya que también tiene usos medicinales, cosméticos, industriales, energéticos y hasta se emplea como valla “natural” de separación entre terrenos.

Además de restaurar paisajes degradados, puede crecer en lugares semiáridos y convertir el desierto en tierra fértil. Con una capacidad única para captar el agua del ambiente y almacenar carbono en las zonas áridas, los expertos ven el nopal como un aliado frente al cambio climático. (EFE)

 
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