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Los referéndums contra el populismo


 

Desde principios del actual siglo ha brotado una especie de moda por los referéndums, bajo el concepto de que la participación popular en forma directa podría convertirse en el bálsamo milagroso, capaz de dar solución a los grandes problemas nacionales, que los gobiernos de turno podrían alcanzar mayor nivel democrático o bien inventar un procedimiento para prorrogarse de manera indefinida en su paso por las altas esferas del poder.

El sistema fue puesto en práctica con optimismo y, desde hace algo más de un decenio, fueron realizados varios experimentos en ese sentido, aunque sus resultados son contradictorios e inclusive antagónicos a los ideales elucubrados por sus iluminados inspiradores, algunos de los cuales, como se comenta, tienen origen extranjero.

En todo caso, el resultado de ese procedimiento derivó en un arma de doble filo y, finalmente, contrario a los planes oficiales y hasta fue beneficioso para el país. En efecto, medidas ilógicas fueron rechazadas y el voto del Soberano sirvió para poner las cosas en su lugar. En ese sentido, los cinco referéndums realizados fueron lecciones, tanto para quienes los convocaron como para quienes los cumplieron.

Haciendo un recuento, el primero de los cinco referéndums recientes fue dirigido a elegir magistrados, elección que la mayoría de la población rechazó, al considerarla como un error, como posteriormente comprobaron los hechos. Un segundo referéndum estuvo dirigido a la elección de gobernadores y otras autoridades locales, recurso oficial que, en gran medida, sirvió al pueblo para corregir la anomalía y mostrar que el oficialismo estaba equivocado y debilitado.

Por si fuera poco, vino el tercer referéndum para las autonomías, el mismo que no solo sirvió para resolver ese asunto, sino para probar la aceptación o rechazo popular al gobierno. Efectivamente, la población encontró un resquicio de libertad para hacer conocer su posición política y la mayoría mostró su desacuerdo con el gobierno.

Un cuarto referéndum fue más contundente: el de la reforma de un artículo de la Constitución para conseguir la prórroga indefinida del gobierno actual. En efecto, en el plebiscito del 21 de febrero del año pasado la población no solo votó contra dicha reforma, sino que demostró no estar de acuerdo con el gobierno, plebiscito que, no obstante su contundencia, el tolderío gobernante se empeña en desconocer recurriendo a argumentos pueriles.

Por si fuera poco, el referéndum del 3 de diciembre pasado fue una nueva demostración con referencia no a la elección de magistrados, sino en relación con el gobierno. En esa quinta oportunidad, el Soberano no solo votó sobre el asunto judicial sino contra la idea oficial de anular el referéndum del 21F, contra la resolución del Tribunal Constitucional que avaló el prorroguismo y la política populista en general.

En síntesis, el pueblo no solo participó en los referéndums para aceptar o rechazar un tema específico, sino para hacer conocer su posición política en relación con el régimen vigente. Y esa votación reveló que, en general, al parecer la resistencia del Soberano al régimen es innegable y su tendencia a crecer, incontenible e irreversible.

 
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