Si yo fuera médico

El dramático problema de los médicos del país ha herido la sensibilidad de mucha gente y la mía especialmente, por haber tenido un hijo médico que falleció hace algunos años; ese y otros motivos me inclinaron a apoyar sus justas demandas, empujándome a escribir esta columna que tiene la misión de expresar mi solidaridad a los mencionados profesionales.

Si yo fuera médico, me ofrecería voluntariamente para curar a ilustres enfermos y otros que no lo son, pues tengo el convencimiento de que todos los hombres, también las mujeres, sufrimos por causa de alguna enfermedad, no siendo extraño que el célebre historiador y sociólogo Alcides Arguedas hubiera escrito, hace casi un siglo, su libro “Pueblo enfermo”. Mi noble propósito comenzaría por tratar de curar al primer ciudadano del país, aprovechando de mi cercanía física con él, pues -como ustedes saben- tengo una corresponsal periodística en el Palacio Real de la plaza Murillo, no sólo para aliviar su mal, sino para mejorar su acción gubernamental.

Mi diagnóstico empírico acerca del mal que sufre el Presidente Vitalicio no es otro que una gusanera que lo tiene atormentado desde hace doce años, por lo cual no puede estar quieto en la Sede de Gobierno, ni en Cochabamba ni en el Chapare y se ve obligado a viajar hasta el Vaticano, para solicitarle al Papa el milagro de su curación. Mis escasos conocimientos médicos servirían para aliviar de su gusanera a tan importante paciente, calificado entre los más carismáticos gobernantes del mundo, sin darse cuenta de que no es otra cosa que un enfermo de gusanera crónica y seguramente de otros males menos torturantes.

También pediría a mis colegas médicos la autorización para atender al distinguido paciente Álvaro García Linera, que sufre de migraña, por su desmedido afán de ilustrarse mediante la lectura y el estudio de asuntos tan exóticos como el marxismo y leninismo y otros temas referidos a las actuales visiones del socialismo.

En este afán de sanar a importantes personajes, quisiera aplicar mis pocos conocimientos a muchos “yunkus” que se pasan la vida adulando y extendiendo alfombras persas a cada paso de los poderosos, como un tal Hugo Moldiz y Gabriela Montaño, la dueña de la Asamblea Legislativa.

Para este propósito tengo un brebaje que es una mezcla de purgante con tranquilizante, para calmar así sus ansias descontroladas de gozar de mayor poder. Con intentarlo no perderé nada y prestaré un gran servicio a la comunidad.

Estas elucubraciones las dedico con todo cariño a mis amigos médicos que hoy sufren duros embates por la autoridad de salud, quien acaba de desembarcar a decenas de médicos cubanos dispuestos a sustituir a nuestros galenos en estos difíciles momentos.