Trump endurece la casa blanda

La sorpresiva destitución del canciller de los EEUU Rex Tillerson y la de varios funcionarios militares de alto nivel, que hacen parte de la cúpula gubernamental, ha despertado una serie de especulaciones que, al margen de ocasionar un justificado revuelo en los medios de Washington y del mundo entero, siembra serias dudas sobre las verdaderas razones de esta severa determinación.

Desde un principio hemos afirmado que el gobierno de Trump es el resultado del notorio debilitamiento de la potencia norteamericana frente a sus tradicionales adversarios, como: Rusia, Irán, el terrorismo, el narcotráfico, etc. Por lo que era urgente optar por un régimen más severo, aun a riesgo de reanudar la guerra fría.

En dicho afán, la presencia del ex alto ejecutivo de la Exxon Mobil Corporation, Rex Tillerson, era importante, cuando todavía el petróleo marcaba las pautas de la política interna y externa de los EEUU, empero, cuando dichas circunstancias variaron y los enfrentamientos se trasladaron, del escenario económico al político, la amplia experiencia petrolera de Tillerson se iba tornando cada vez más perjudicial que favorable, ya que ésta se orientaba más hacia una negociación diplomática, con gobiernos hostiles como Rusia, Irán, Corea del Norte y Venezuela, lo que despertó la suspicacia de sus principales -léase Trump, militares e Israel- por sus enormes diferencias con dicha forma de enfoque.

En efecto, no es ningún secreto que la estrecha amistad de Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin, que le valió la medalla al “Orden de la Amistad” con la que lo condecoraron en 2013, influiría negativamente en las políticas que el Departamento de Estado y el Pentágono vienen planeando respecto a esa potencia, especialmente ahora, cuando los últimos acontecimientos sucedidos en el Reino Unido, con el envenenamiento del espía ruso Sergey Skripal, su hija Yulia y un agente de policía británico que acudió a socorrerlos, hizo saltar por los aires las buenas relaciones con ese reino y con los países europeos que se solidarizaron.

Por su parte, para adecuar sus cuadros a esta coyuntura, EE UU reemplazó a los pacifistas con un grupo de halcones, con miras a ejercer un bloqueo económico al flamante Zar ruso y frenar sus aspiraciones de resucitar el imperio soviético, una misión poco probable, frente a la reciente victoria de Putin, que lo mantendrá en el poder por otros 6 años. De la misma manera apunta sus baterías hacia Irán, para decretar la ruptura del acuerdo nuclear; evitar la creciente expansión de este peligroso enemigo y reconstruir su poderío en todo el Medio Oriente.

En lo referente a América Latina, el anuncio de Trump de implantar la pena de muerte para narcos obedece a que han reconocido finalmente el poder que sobrelleva la transnacional del narcotráfico y su inminente amenaza a su sociedad y territorio. De ahí su decisión de recortar todas las ayudas financieras que USA imparte a través de USAID, y dirigirlas a organismos como lo DEA, CIA y otros, que intervengan en esa lucha frontal en contra de esta lacra. Dicho anuncio conlleva su determinación de asistir a la cumbre de Lima, donde se supone que emergerán las sanciones definitivas al régimen de Maduro y a sus adláteres, tachados por la OEA y algunos expresidentes de la región como narcoestados. En resumen, una forma de endurecer la casa blanda.