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[Armando Mariaca]

Nuestro derecho de retornar al mar es factor de unidad


Las pérdidas que sufrimos debido a la invasión chilena a los territorios bolivianos que incluían una amplia costa sobre el Pacífico han dado lugar a que todos esos vandalismos unan a todas las generaciones de bolivianos. La prepotencia e ignorancia del militarismo chileno determinó la invasión a Antofagasta el 14 de febrero de 1879, que fue inicio para que Chile desencadene una guerra de apoderamiento de costa y territorios pertenecientes a Bolivia.

Esos hechos culminaron con la imposición del Tratado de 1904, que impuso a Bolivia serias condiciones “justificativas” de todo lo que hizo el gobierno chileno y sus fuerzas militares contra Bolivia y que, lamentablemente, tuvieron el apoyo de otros países que obraron en contra de los derechos bolivianos y justificaron las acciones de piratería llevadas a cabo.

Muchos han sido los reclamos ante Chile y organismos internacionales para que se repare las injusticias inferidas; varias veces algunos gobiernos chilenos han reconocido - caso del presidente Santa María- y personajes políticos, diplomáticos e intelectuales chilenos que apoyaron nuestra causa y pidieron que “no se encierre a Bolivia y que debe devolvérsele siquiera parte de lo que fue suyo”; pero, ni las incitativas propias ni las externas de la comunidad latinoamericana han servido para que los gobiernos de Chile reconozcan los graves daños causados y traten de reparar las injusticias que luego, muy luego, culminaron con la apropiación de ríos pertenecientes a Bolivia y que las conveniencias chilenas calificaron como ríos internacionales.

Hace pocos días, un ex–canciller chileno dijo: “Chile no va a ceder ni un centímetro de su soberanía, a Chile no lo va obligar a negociar nadie”, palabras que muestran cuán grande ha sido la culpa y cuánto habría que reparar; un reconocimiento de que ni el TIJ de La Haya podría abrir compuertas de diálogo entre partes para considerar la posición boliviana y, en derecho y justicia, reparar los daños ocasionados; pero, la estulticia del gobierno chileno y sus fuerzas armadas no dan lugar a conversaciones o tratativas de ninguna especie porque su soberbia y petulancia pueden más que las razones de justicia que asisten a Bolivia.

Ni Chile ni nadie podrá rebajar la fuerza del espíritu boliviano que, por siempre, condenará la injusticia y el abuso, la prepotencia y la imposición por la fuerza de las armas. La unidad de los bolivianos será la mejor razón y fuerza para conseguir, más temprano que tarde, el reconocimiento pleno a sus derechos que son inalienables.

El derecho de los bolivianos a tener una costa sobre el Pacífico no implica, en modo alguno, devolución de los cercenamientos de costa y territorio; no significan reparaciones pecuniarias de ninguna clase; son expresión de un derecho: contar con una costa con soberanía para que Bolivia pueda tener una salida al mar que fue suyo; pero, más pueden los sentimientos ajenos a toda avenencia del gobierno chileno que aduce derechos que no tiene porque sabe cuánta riqueza encierran los territorios arrebatados mediante una guerra de conquista; pero, mientras haya vida, el mar será factor de unidad de los bolivianos que en algún momento, por razones políticas, económicas y sociales se podría decidir una salida soberana mediante la conformación de un polo de desarrollo que beneficie a los tres países: Bolivia, Chile y Perú. Ello vendrá por las propias convicciones y necesidades actualizadas de los pueblos y donde hayan desaparecido la soberbia de una guerra que nunca debió producirse.

Así como la política chilena “no cedería ni un centímetro de ‘su’ territorio”, Bolivia tampoco cederá en su derecho de reclamar por las injusticias, por las pérdidas ocasionadas, por la ausencia de respeto y consideración por parte de las fuerzas militares chilenas y gobiernos que muchas veces prometieron “amistad y cordialidad” y en los hechos obraron en sentido contrario. Bolivia no tiene por qué ceder sus derechos que han sido mellados, ultrajados y violados permanentemente por quienes, abusando de la fuerza, han utilizado para apoderarse de lo ajeno.

La unidad de los bolivianos debe ser permanente en torno al derecho que tenemos sobre el mar que, por principio, es propiedad de toda la humanidad. Ese derecho no puede ser mermado por acciones internas sean políticas, sociales o económicas que, muchas veces, distorsionan el sentido de bolivianidad por intereses y conveniencias creados que nada tienen que ver con el amor y respeto que se siente por la patria que es madre de todos sin discriminación alguna.

Finalmente, al reconocer lo excelentes que han sido las exposiciones ante el TIJ por la parte boliviana y sea cual fuere el fallo final de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, quedará el convencimiento de que se consolida la vocación de todos los bolivianos por la unidad y el propósito de obrar solamente conforme a los intereses que harán del país lo que todos anhelamos.

 
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