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[Armando Mariaca]

La paz es posible en tanto en cuanto hay libertad, amor y justicia


El ingreso a un nuevo año conlleva mensajes de amor, armonía y comprensión entre todos los hombres del mundo. Cada año, resuena nuevamente el mensaje propalado sobre Belén, lugar de nacimiento de Jesús: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres”. Palabras que han significado un llamado del Creador para que todos los hombres actúen conforme a los mandamientos del Decálogo entregado por el Salvador y que una parte de la humanidad se encargó de incumplirlo tan sólo por soberbia y petulancia.

La libertad, cimiento de la justicia y el amor, es bien que no siempre se conserva en parámetros de concordia y comprensión entre los hombres porque se la vulnera debido a intereses creados y posiciones hegemónicas de naciones ricas y poderosas que se enfrascan en confrontaciones y guerras que derivan en la muerte de miles de personas, de heridos que con su sangre muestran hasta qué punto se llega cuando no se tiene conciencia de bien común y menos de amor a los semejantes.

La paz es sinónimo de libertad y justicia porque se cimienta en el amor por la humanidad que busca el bien general sin reticencias ni egoísmos, una paz que busca el desarrollo y progreso de los pueblos sin petulancias, sin complejos ni racismos que dividen y lastiman hasta crear pugnas y resentimientos muchas veces difíciles de restañar; pero, la confianza en que el hombre sabe de perdón y búsqueda de concordia entre todos, confianza de que hace posible superar todo lo que separa y vulnera los sentimientos.

Lo grave es que al frente de los buenos sentimientos y sanos propósitos surgen quienes, en “nombre de la paz” dicen: “Si vis pacem parabellum – si quieres la paz prepárate para la guerra” y, soberbios, perfeccionan armamentos hasta llegar al extremo de que tan sólo el 10% de ojivas nucleares instaladas en diversos sitios del planeta serían suficientes para destruirlo y, no obstante tener conciencia de ello, siguen en una carrera que no tiene fin y que casi siempre está al filo de cualquier hecatombe en detrimento de quienes han vivido y querido siempre que la paz sea el nexo de unidad, amor y justicia entre todos los hombres.

La paz, pues, requiere de condiciones que la humanidad está obligada a cumplir porque no tendrían razón de ser esas grandes virtudes y valores que son la libertad con responsabilidad, el amor con vocación de servicio y conciencia de bien común, y, finalmente, la Justicia con piedad. Sólo la práctica correcta de lo dicho puede salvar a la humanidad de una hecatombe que no está lejos de ocurrir porque, innegablemente, el propio ser humano está labrando un porvenir que se muestra oscuro, triste y sin esperanzas de entendimientos y armonía entre todos con miras a superar los males que angustian y lastiman.

Muchas experiencias hemos tenido los bolivianos a través de los años; pasajes de la vida que han transcurrido en confrontaciones, ambiciones y hechos que han complotado contra todos. Vivimos situaciones de pobreza y urgencia muchas veces difíciles de remediar; hemos sentido el latigazo de dictaduras y tiranías que han violentado nuestras libertades con miras a que desunidos seamos propensos a regionalismos, complejos y sentimientos contrarios al amor fraternal que debería reinar en nuestra vida; hemos comprobado que la administración de justicia ha sido manejada conforme a intereses y conveniencias siempre ajenos a lo que convenía al pueblo; en síntesis, comprobamos, muchas veces, que no hubo piedad en la justicia al no ser administrada y practicada con honestidad y responsabilidad; pero, en medio de todas esas vicisitudes hemos salido de profundas simas de discordias y desencuentros porque en la mayoría del pueblo priman sentimientos que anhelan llegar a objetivos supremos de los corazones bajo el principio de que Dios está con nosotros y porque contamos con la madre común que es la patria.

Iniciamos un nuevo año, tiempo que debería ser para corregir yerros pasados, perfeccionar todo lo bien avanzado y prepararnos para un futuro que debería ser constructivo y de unidad; un tiempo en el que la comunidad nacional recobre la confianza y las esperanzas; tiempo en que debería servirse al país y no servirse de él como ha ocurrido durante casi 14 años del anterior régimen.

El pueblo, como en muchas oportunidades, está dispuesto al trabajo y a dar de sí todo lo que pueda siempre que las autoridades obren con honradez, honestidad y responsabilidad y que haya conciencia de país y vocación de servicio. Es tiempo para consolidar la Democracia en nuestra forma de gobierno y vida del pueblo, guiados por la verdad de que donde hay fe, hay amor y donde éste existe hay paz y donde hay paz está Dios para bendecirnos.

 
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Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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