[Manfredo Kempff]

Anticonceptivo masculino


Después de haber escrito una serie de columnas semanales, desde hace seis años, sobre el desastre en que nos encontramos los bolivianos, la incapacidad de sus gobernantes, la consecuente mediocridad de su gobierno que nos ha llevado a acatar una Constitución de analfabetos, a admitir símbolos y deidades recién inventados, a la pérdida de oportunidades con el gas natural y el litio, a someternos a cárteles del narcotráfico que aparecen en Bolivia, a que los ajustes de cuentas a balazos sean cotidianos en las calles cruceñas, a que los indígenas del oriente sean malignamente subyugados por los cholos de occidente, a que nuestra errática diplomacia sucumba tanto con la fracasada legalización de la coca como con el mar sin esperanzas; si las desgracias son infinitas, si nada nos puede consolar de los sucesivos desastres, si hasta la acusación norteamericana de “autoritario” contra S.E. es motivo de orgullo y alegría para él, entonces es mejor escribir nomás sobre el anticonceptivo masculino del futuro: ultrasonidos en los testículos.

Creemos que cambiar de materia de vez en cuando resulta saludable, más aún si el tema es interesante y útil, tanto para hombres como para mujeres, porque éstas estarán dichosas con el ingenio. Esperemos no entrar en una materia de polémica o controversia moral al abordar este tema (lo hemos encontrado en una acreditada página de Internet en Santa Cruz) porque el método de marras no es otra cosa que aplicar ultrasonidos de alta frecuencia (3MHZ) alrededor de los testículos, calentándolos hasta que las células germinales quedan “literalmente agotadas”.

Si a este método se le quisiera aplicar el mismo tratamiento ético del aborto ya no se podría hablar de asesinato u homicidio, sino de un monumental y feroz genocidio. Esto debido a que -siguiendo la información citada en Internet- el aborto afecta a un ser vivo solamente, salvo que sean gemelos, mientras que el sistema de ultrasonidos en los testículos mataría a miles de millones de espermatozoides, si tenemos en cuenta que un hombre fértil expulsa más de 39 millones de espermatozoides en una sola eyaculación. Para darnos una idea gráfica, es como si todos los habitantes de la Argentina saltaran de sopetón a una piscina.

Hasta ahora los experimentos se los ha hecho con ratas machos -las ratas o los conejos están destinados a estos menesteres como los pobres bolivianos a los ensayos políticos- y los resultados obtenidos señalan que sus reservas de esperma, a las ratas me refiero, bajaron sensiblemente, lo que es un éxito inicial. James Tsuruta, que encabeza el grupo de científicos de la Universidad de Carolina del Norte, es quien ha descubierto esto de los ultrasonidos de alta frecuencia, pero todavía tiene incertidumbre sobre la duración del efecto del anticonceptivo y si se lo podrá utilizar en más de una oportunidad. No obstante, la revista científica Reproductive Biology and Endocrinology expresa que el método puede acercarse mucho al “anticonceptivo ideal”, por barato, confiable y reversible.

En algunas naciones totalitarias (la Alemania nazi y la URSS estalinista principalmente) y en una gran cantidad de dictaduras caribeñas y sudamericanas se quiso matar indirectamente a los espermatozoides mediante la electrocución, al parecer sin resultado. Porque estos regímenes aplicaban a sus adversarios políticos la picana eléctrica en los testículos. Que sepamos, las víctimas chillaban de lo lindo, hasta romper las cuerdas vocales, pero no se sabe que sus espermas hubieran sido carbonizados, ni se conoce que los sufridos opositores hubieran quedado estériles luego de tan dolorosa tortura. Los sicarios que aplicaban la picana no buscaban fines científicos anticonceptivos, naturalmente, pero queda claro que si en cada sesión se electrocutaban algunos millones de espermatozoides no eran lo suficiente como para patentar el método, que, además, por doloroso, hubiera inhibido a los machos a tener sexo ni con la mujer más bella del universo, menos con la propia.

Las mujeres -conflictos religiosos de por medio- están obligadas a tomar pastillas anticonceptivas, a atarse las trompas, a ponerse la T de cobre, a tomar la “pastilla del otro día”, todo porque a la mayoría de los hombres no les gusta utilizar el condón. El justificativo de los machos es que el preservativo quita placer al acto sexual. Y es cierto. Entonces no queda otra solución que esperar los resultados de los experimentos de esas dosis de ultrasonidos en los testículos, que si tienen algún efecto en las ratas podrían tenerlo con los machitos humanos, aunque con el riesgo de que por ahí aparezcan algunos congéneres con los huevos pasados, duros, fritos o revueltos.

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