La salud en Bolivia, un indicador de retraso social

Horacio Toro Ocampo

II.- Volviendo a la mala situación de salud, vemos que enfermedades como el dengue, la malaria, la fiebre amarilla, la rabia, el chagas, la tuberculosis, para nombrar sólo algunas, continúan enfermando y matando personas en Bolivia, siendo muestra clara del subdesarrollo sanitario.

Y qué decir de las muertes de mujeres por causa obstétrica (embarazo, parto, postparto), son una realidad, incluso en mujeres muy jóvenes, por falta de políticas claras, de buenos servicios de salud con calidad, oportunos y eficientes. Los niños en el país mueren por causas fácilmente reducibles mediante acciones preventivas o de promoción de la salud, sin embargo vemos con tristeza que la mortalidad neonatal e infantil es causada por mala atención del embarazo o parto, así como aquellas muertes provocadas por diarreas, enfermedades respiratorias agudas o desnutrición, que en países más desarrollados de la región ya han sido controladas.

Estos son indicadores que muestran que en Bolivia no hay un Ministerio de Salud eficiente, fuertemente estructurado y capaz de responder a las necesidades más sentidas en el campo de la salud pública. Por otro lado, son muestra clara de que el Estado aún no se ha responsabilizado por la salud.

Rotan ministros y gerentes de Salud y las condiciones siguen iguales, es que parece que dentro de esta cartera del Estado se prioriza los aspectos de partido antes que los aspectos de la política nacional de salud, ausente del país por mucho tiempo.

Qué vergüenza es para el profesional boliviano de salud asistir a la falta de sensibilidad de las más altas autoridades del país y comprobar la falta de atención a personas con capacidades diferentes (discapacitados, minusválidos), para quienes ni siquiera se trabaja programas y servicios sociales que los asistan, los rehabiliten e integren con procesos de “normalización”, ayudándoles a que se hagan dignos y productores para sus familias y comunidades, como es el caso europeo y concretamente el español.

Lo peor de estos días ha sido ver cómo el “derecho a morir dignamente” que tienen todas las personas, no se cumple en Bolivia, ya que ni en la sede del Gobierno contamos con un necroterio o morgue, donde los médicos tanatólogos o forenses puedan ejercer dignamente su especialidad y disponer de los elementos de bioseguridad para desempeñar su labor, o asegurar que las familias puedan identificar a sus familiares o amigos fallecidos sin temor a contraer enfermedades. Esto es un indicador de irresponsabilidad política, técnica, de insensibilidad social y especialmente de subdesarrollo sanitario.

Finalmente es necesario mencionar las condiciones laborales y precarias de los profesionales de la salud, con magros sueldos que no les permiten siquiera sobrevivir a las necesidades más imperiosas, como son vivienda digna, alimentación balanceada, vestimenta, desarrollo intelectual y laser (descanso y recreación), es decir cumplir con la visión del Gobierno de “vivir bien”, obligándoles a buscar más de una fuente de trabajo.

Los colegas que trabajan en el sector público desarrollan sus actividades en centros y unidades de salud sin condiciones arquitectónicas, desprovistos hasta de los mínimos y más esenciales recursos tecnológicos, sin medios, medicamentos e insumos para asegurar tratamientos adecuados y jornadas laborales completas.

Me preocupan las justificaciones de los colegas médicos para no aceptar trabajar ocho horas. No se puede decir que el médico trabajando ocho horas se puede agotar, cuando en realidad muchos colegas que en hospitales públicos hacen turnos de guardias o internados trabajan más de las 40 horas semanales, o cuando los especialistas, cualquiera sea su especialidad, tienen que asistir, por ejemplo en cirugías, por más de ocho horas, sumadas a las de atención de sala.

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