Desde la óptica del psicólogo

El encuentro del descontrolado con el que espera muy sumiso



Objetos sustraidos por delincuentes.

A juicio del psicólogo y docente universitario Carlos Velásquez en el linchamiento intervienen dos elementos; primero, un sentimiento de injusticia, porque el grupo ciudadano está convencido de que no van a recibir la protección y los culpables no reciben el castigo merecido y, segundo, el conjunto social toma como respuesta una defensa en masa, desaparece el concepto racional.

“Se asume una actitud de euforia, es el cóctel del momento, hay un descontrol y bajo esos efectos se daña a la otra persona. El contexto colectivo los lleva a tomar decisiones ante la imposibilidad de recibir la justicia esperada”, afirma Velásquez.

Se detiene para analizar a uno y otro, en el momento previo a lo que podría describirse como un patíbulo. “El victimador cambia la percepción del otro, quien pasa a ser objeto, se lo cosifica, cuenta además el estado de enojo. El victimado hace una evaluación interna de sus posibilidades antes de cometer el acto delictivo y cree que va a salir airoso, cuando es detenido por la multitud cambia de actitud y se retrae”, argumenta el psicólogo.

Pinta al que va a recibir la sentencia de la masa como el ser que pide clemencia, se retrae como el animal que va a ser golpeado, va a la defensiva, pide piedad, no se anima a pelear porque recibiría mayor castigo, pide piedad “algo así como la actitud del perro que va a aullar ante el peligro”, explica.

A la pregunta sobre si este tipo de actitudes puede cobrar institucionalidad en caso de repetirse continuamente, Velásquez admite que “existe esta amenaza porque hay una decadencia de valores y se retrocede en el tiempo a la ley del Talión”.

 
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