Chile necesita agua del Silala para sobrevivencia

Para Bolivia no es novedosa la denuncia del Director de Dirección Estratégica de Reivindicación marítima (Diremar), ya que Chile permanentemente moderniza sus fuerzas armadas, con el impuesto a la producción de cobre; dispone de 3.000 millones de dólares para la compra de material bélico. Desde 1879 la política internacional chilena está regida por sus militares y en segundo lugar está la decisión de sus diferentes gobiernos. Ellos se arman porque consideran que tienen tres enemigos: Argentina, Perú y Bolivia.

A nuestro país la naturaleza le ha dotado con ingentes recursos naturales, mientras Chile necesita en especial agua potable, por eso se apropia de las aguas de los manantiales del Silala, ganando 3.000 millones de dólares por año, porque abastece a las minas de Chuquicamata, Rademiro Tomic y Sur.

Las ganancias para Chile son grandes y pese a ello no paga por esas aguas bolivianas. La deuda chilena, con carácter retrospectivo, es de 900 millones de dólares. El Gobierno en algún momento logró un compromiso de pago, por uso de esas aguas, de 17.000 dólares diarios, pero eso quedó en nada.

El agua dulce es de prioridad para Chile, por el incremento de su consumo y el fenómeno del calentamiento global. Para contrarrestar esta situación dramática los chilenos apelan a termoeléctricas que consumen grandes cantidades de líquido, por lo cual apelan a la desalinización de agua del mar, ya que del Silala reciben a razón de 150 litros por segundo, y el agua del río Loa les llega por canales, pero no es suficiente para sus minas de cobre.

Pero también usa esas aguas para sus ciudades y poblaciones rurales. Por esta urgencia, Antofagasta pretende construir una planta de desalinización de agua de mar, con un costo de 120 millones de dólares. La Empresa Aguas de Antofagasta ya tiene una planta desalinizadora que funciona en el norte chileno y abastece a parte de Tocopilla y Arica. La demanda de agua potable es grande y Bolivia tiene ese recurso, por lo que puede ser agredida con cualquier pretexto.

Chile como territorio está reducido a una franja angosta, con un dilatado litoral marítimo, del que carece Bolivia, por habérsele despojado con una guerra premeditada. La provisión de agua potable es reducida porque se trata de desiertos, especialmente en el norte chileno. La posibilidad de una agresión por supervivencia no es lejana, agravada por la presencia constante de sismos y temblores de tierra, dando inestabilidad al país vecino, donde cada día se hacen más difíciles las condiciones de vida.

Razones sobran para que Bolivia comience a pensar en potenciar sus Fuerzas Armadas y mantenerse en alerta constante. Parte del IDH puede ser empleado en la renovación y compra de armamento moderno. Ante la denuncia sobre el potenciamiento del ejército chileno habrá que actuar con cautela. Pero sorprende que ante denuncias de esta naturaleza, la Cancillería y el Ejecutivo no expresen su posición, especialmente cuando se pide que se pronuncien los gobiernos vecinos ante el armamentismo chileno. En la zona del Pacífico es cualquier momento se podrían presentar conflictos bélicos, que nadie los desea.

Varios diferendos están pendientes de solución, entre ellos el de límites marítimos entre Perú y Chile, y la cuestión de las Malvinas. A ellos se agrega la amenaza de Bolivia de llevar a tribunales internacionales su demanda marítima y la amenaza chilena constante para hacer cumplir por la fuerza el Tratado ignominioso de 1904.

El autor es ex decano de la Facultad de Odontolgía de la UMSA.