Ponchos y polleras en la justicia

Juan Bautista Del C. Pabón Montiel

Ambas vestimentas son de origen español, introducidas a nuestra cultura indomestiza con la conquista y el coloniaje. En la república, la pollera se la impuso como castigo a alguna clase media por algún presunto delito doméstico o de honor.

Hoy, como hace siglo y medio, es un símbolo de estrato social que luce las polleras cual insignia de una aristocracia chola. En el interior sus manifestaciones son simplemente de cantidad de polleras; más simples y arriba de las rodillas en nuestras nativas.

El presidente Evo Morales, pese a que la mayoría de una clase intelectual, colaboradores, columnistas de prensa e instituciones se opusieron a las elecciones judiciales, las impuso tal como es, y contra viento y marea se realizó la pantomima judicial.

Seguramente creyó don Evo que la justicia, pasando de una mano a otra, de una clase acorbatada -entre ellos distinguidos jurisconsultos de la clase media y alta de la sociedad nacional- a la otra descorbatada de polleras y ponchos, como por arte de magia, birbibiloque, cambiaría y sería: “más justa, más humana y menos corrupta”. Sin embargo no es un problema de vestimenta de corbata, polleras y poncho, es un sistema, sí colonial, cuyas bases se sentaron en los códigos de procederes de Santa Cruz -copia de los códigos napoleónicos-, luego con los códigos Banzer, los que, heredaron la chicana, el tinterillaje, la coima y el alquiler de algunos magistrados. Y los actuales tienen los mismos vicios y taras coloniales.

Los códigos actuales tienen los mismos vicios, incidentes, procedimientos y muchos de nosotros maleados, prevaricadores en función judicial, no dejaremos por cambio de ropa la cleptomanía nacional. Adviértase que escribimos en plural para no autocalificarnos de honestos u honrados menos, aparecer como los mejores de un estamento social de la nación.

Señores, la corrupción en toda Bolivia, es un sistema inmoral y persistirá en tanto no se desmonte el sistema y, el hombre nacional sea transformado en una persona de grandes valores morales y éticos. Eso no sucederá en tanto, desde el poder hagamos chanchullo, - la palabra chanchullo, proviene de chancho - manejemos las designaciones a gusto y antojo; burlemos los fallos legales y utilicemos a los magistrados con órdenes de palacio, del parlamento, del ministerio de gobierno y el partido. Las pruebas la tenemos estos diez años: Chaparina, caso terrorismo del Hotel las Américas, Caranavi, muerte del Tte. Poma -de origen autóctono - Analí Huaycho la periodista asesinada; la Calancha allá en Sucre y un larguísimo amén que puede enviarnos a un retiro definitivo del poder en las elecciones generales de octubre.

Final: entre los anteriores magistrados jueces y fiscales; evidentemente existían malos elementos así como hombres probos y preclaros que, de un plumazo, con un juicio o chantaje se los borró u obligó a renunciar de la judicatura.

Terminamos: ¿Que debería y qué debe hacerse ante un panorama que no da signos de mejorar, cuyo volcán de retardación e injusticias lleva sobre sus hombros el verdadero pueblo? Les confesamos: ¡no tenemos una respuesta racional en este sálvese quien pueda!

Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.

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