[Luis Antezana]

Gigantesco abandono de tierras agrícolas


Una revelación realmente alarmante proporcionó el último Censo Agropecuario nacional. El dato informa que más de un millón de hectáreas cultivables en la región interandina del país se dejó de cultivar y que se espera que se las pueda volver a trabajar para procurar mejorar la producción y abastecer los mercados urbanos, cada vez menos abastecidos y que deben acudir a atender el consumo con productos importados por el Gobierno o de origen en el contrabando masivo que caracteriza la economía del país desde hace unos diez años.

El dato del Censo Agropecuario reveló que en el país, especialmente en valles y altiplano, se dejó de cultivar más de un millón de hectáreas de tierras aptas para la agricultura, dejando a los centros urbanos sin los alimentos necesarios para abastecer a la población. Ese dato estadístico supera por amplio margen los cálculos de especialistas agrarios que señalaban que las tierras agrícolas abandonadas llegaban a 600 mil, en el peor de los casos. Pero ahora ese dato resulta corregido y se descubre que es el doble de lo que se esperaba.

Otro dato estadístico del Censo Agropecuario agrava esa información al señalar que otro millón de hectáreas dedicadas al “barbecho” está siguiendo la misma suerte que las anteriores, lo cual hace subir la cantidad de terrenos cultivables abandonados, que pasa de los ¡dos millones de hectáreas! Dato que permite deducir que esa es la causa de la escasez y alza de precios de productos agrícolas en las ciudades, así como la necesidad de que el Gobierno aumente las importaciones de alimentos y, por otro lado, crezca el contrabando.

La noticia del censo es por demás alarmante, pero aumenta su gravedad porque en algunas regiones, como en los yungas de La Paz y Cochabamba, grandes terrenos de cultivo de granos, tubérculos, café, frutales, etc., fueron erradicados para cultivar, en cambio, hoja de coca e inclusive marihuana, hechos que fueron denunciados repetidamente por los técnicos agraristas, sin que se les haya dado la menor importancia. De otro lado, se observa que mientras el Gobierno actual pregona a los cuatro vientos que se quiere ampliar este año la frontera agrícola en un millón de hectáreas en el Oriente, por otro lado se mantiene y fomenta que se mantengan fuera de cultivo nada menos que dos millones de tierras cultivables de alta calidad del altiplano y valles y que fueron convertidas en tierras productivas durante miles de años, pero ahora quedan abandonadas y sometidas al feroz intemperismo atmosférico y condenadas a muerte al convertirse en arenales estériles.

El abandono de tierras agrícolas de gran calidad en la región interandina del país se estuvo produciendo desde hace algunos años, pero en la última década se ha intensificado en tal forma que los campos han quedado vacíos de trabajadores campesinos y, por otro, las ciudades se han llenado de los migrantes, los mismos que han engrosado el ejército de desocupados y han incrementado la delincuencia o bien migran al exterior, en especial Argentina, donde encuentran mejores condiciones de vida y, ante todo, al dedicarse a la agricultura obtienen la jugosa renta de la tierra que en Bolivia no pueden obtener por causas extremas originadas en una legislación obsoleta y en algunos casos anti campesina y anti indígena.

El Gobierno ha realizado enormes y costosísimas “cumbres” con los grandes agricultores de Santa Cruz y Beni para encontrar la mejora de la producción agropecuaria, cultivar un millón de hectáreas más por año y cubrir el déficit de los ingresos del país por la baja de los precios de las materias primas en el mercado internacional, pero ha descuidado totalmente la agricultura del altiplano y ha dejado en el olvido a las masas indígenas y campesinas que dizque son sus aliadas, dato que se confirma al encontrar que la amplia región altiplánica ha dejado de cultivar, nada menos que más de dos millones de hectáreas, que eran laboradas desde tiempos anteriores a la invasión del imperio incaico al Kollasuyo, hace más de 600 años.

La revelación del Censo Agropecuario tiene carácter de extrema gravedad, en especial porque la tendencia a abandonar la tierra continúa con creciente intensidad. Pero el problema no consiste en lamentarse, encontrar explicaciones absurdas del asunto o bien acudir a soluciones pueriles y demagógicas, sino realizar investigaciones que no se limiten a procedimientos empíricos, subjetivos, populistas, etc., que algunas veces son contraproducentes y llegan a la estupidez.

Finalmente, se debe agregar que mientras la agricultura está en picada tan ostensible, lo mismo ocurre con las economías industrial y minera, conjunto que permite descubrir que la estructura del país se está debilitando de manera peligrosa, aunque, por otro lado, algunos datos económicos dan la apariencia de cierta bonanza, que como toda apariencia es engañosa y falsea la realidad.

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